Día 10: Haft Tappeh, Zigurat Choga Zanbil, y Susa
Hoy tenemos mucho que recorrer: iremos a Haft Tappeh, al zigurat choga zanbil y a Susa. Es decir, en este día veríamos mucho de Elam y los aqueménidas.
Todo esto lo haríamos en taxi privado y con un guía que recomendamos mucho. Su nombre es Mahmoud y no solamente fue el conductor, sino que él además estudió historia y tiene un buen nivel de inglés, por lo que resultó muy interesante escuchar sus explicaciones. Sobre todo esto, era una persona encantadora.
La excursión con él duró todo el día, unas 8 horas aproximadamente. Nos quiso cobrar 60€ pero nosotros terminamos tan contentos con él que le dimos 70€. El precio no incluye las entradas a los sitios. Puede parecer caro y quizás lo sea, pero recorrimos varios kilómetros y se agradece en este país poder tener contigo una persona que hable bien inglés. Sus datos de contacto son: Mahmood Kasir. Teléfono (0098) 09163423062. Correo electrónico kasirmahmood60@yahoo.com.
Así que, ¡empecemos por Haft Tappeh! Haft Tappeh fue una ciudad habitada por los elamitas. La primera referencia histórica que se tiene de una tierra llamada Elam es del cuarto milenio antes de Cristo. La biblia también nos menciona que Elam es el territorio situado al Este de la antigua Mesopotamia. Los elamitas fueron una especie de federación de diferentes grupos étnicos controlados principalmente por 4 ciudades: Anwan, Anshan, Shimashki, y Susa.
Poco es lo que sabe de la Elam de esta época tan antigua. La primera vez que es mencionada es a través de los textos sumerios del año 2700 a.C., que registra lo que para muchos estudiosos es la primera guerra del mundo registrada: la guerra entre Elam y Sumeria. A partir de aquí, la relación entre ambos territorios sería como un péndulo, donde a veces tenía tintes comerciales, y a veces tintes bélicos. Elam luchó y comerció con algunas de las ciudades más antiguas del mundo como Ur y Uruk (hoy en Irak). Elam a veces era aniquilada, y a veces dominaba. En el segundo milenio antes de Cristo era costumbre que entre los reyes mesopotámicos se llamaran así mismos como “hermanos”. No obstante, hacia los reyes elamitas se dirigían como “padres” y ellos firmaban como “hijo”.
La época de mayor apogeo de la cultura elamita sería de 1500 a 1400 a.C, que es cuando aparece la nueva dinastía elamita de los kidinuidas, fundada por su rey Kidinu. A esto se le conoce como el Periodo Elamita Medio. Y aquí es donde aparece nuestra ciudad de Haft Tappeh, ya que ahí se ha descubierto una tumba real y es uno de los hallazgos más importantes de este periodo.
Esta ciudad es del siglo XIV a.C. y lo poco que queda muestra a los arqueólogos que la ciudad fue destruida en tiempos antiguos.
Lo que encontramos en Haft Tappeh son restos de palacios, templos y edificios administrativos, lo que nos indica la importancia de esta ciudad y la complejidad de su sociedad. La población viviría principalmente de la agricultura y el comercio con regiones aledañas. En esta zona se han encontrado artefactos que provienen de la vecina Mesopotamia y de tan lejos como la India.
Hablar de Haft Tappeh es hablar de su rey que la mandó construir: Tepti-ahar.
Este rey contribuyó a afianzar el poder de Elam. Paulatinamente el territorio de Elam dejaba de ser una poco consolidada federación de diferentes grupos, para irse convirtiendo en un territorio con una misma lengua, cultura, y religión, es decir, la de los líderes elamitas como Tepti-ahar.
Los elamitas de Haft Tappeh eran politeístas, es decir, adoraban a varios dioses, aunque Inshushinak (el dios de la ciudad de Susa) era uno de los principales. Los elamitas creían en la vida después de la muerte, y por ello tenían unos enterramientos sofisticados.
En Haft Tappeh se ha encontrado la tumba real de Tepti-ahar.
Tumba del rey Tepti-ahar de 1400 a.C.
Tumba donde se encontraron 23 esqueletos
Dentro de la tumba del rey se encontró también el esquelo de la reina, así como 21 esqueletos más (posiblemente sirvientes y familiares para que acompañaran al rey al más allá). Y al lado de la tumba del rey se encontró otra con 23 esqueletos más.
La muerte y “el más allá” era una inquietud importante de los elamitas. Se desconoce en qué creían ellos, pero si pensaban lo mismo que los sumerios o algo similar, entonces creerían en un inframundo oscuro y lúgubre presidido por una deidad femenina donde las almas bebían de los charcos y comían polvo.
Y ya que estamos hablando de dioses y religión, vayamos a nuestro siguiente destino, el zigurat Choga Zanbil.
Bueno, me imagino que todos habéis escuchado sobre la Torre de Babel, ¿no? Según la biblia, en Génesis 11:1-9 “En ese entonces se hablaba un solo idioma en toda la tierra”. Y un día, la gente dijo “Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego”. “Construyamos una ciudad que llegue hasta el cielo.”. Dios, alarmado ante esta insolencia de los humanos, decidió “bajar para confundir su idioma y que ya no se entiendan entre ellos”. Es decir, según la biblia, desde este momento nacieron los diferentes idiomas y así, las personas ya no pudieron comunicarse entre sí, y dejaron de construir la Torre de Babel. De hecho, en hebreo, babel suena como el verbo “confundir”.
¿Qué diríais si os dijera que la Torre de Babel realmente existió? La Torre de Babel se asocia con los antiguos zigurats. Los zigurats fueron templos escalonados construidos con fines religiosos. Hasta ahora se conocen 32 zigurats y todos ellos fueron construidos entre 2200 a.C. y 500 a.C. En concreto el que se relaciona con la Torre de Babel es el que está en Babilonia y que estaba dedicado al dios Marduk.
Desgraciadamente la mayoría de los zigurats están ahora en ruinas, ya que quedaron del lado iraquí. No obstante, en Irán han quedado dos: Tepe Sialk y Choga Zanbil (150.000R – 4,05€); el primero está muy en ruinas y el segundo es el que visitamos.
Zigurat Choga Zanbil, construído con ladrillos como mencionado en la biblia
Esta construcción se haría bajo el reinado del rey elamita Untash-Napirisha (1275-1240 a.C.), cuando el imperio elamita era todavía poderoso e influyente. A 40 km al sur de Susa, construyó esta ciudad santa, llena de templos, capillas y santuarios, además del imponente zigurat.
Antiguamente cada ciudad mesopotámica tenía un zigurat para su deidad local, en el caso de Choga Zanbil ese dios era Inshushinak quien era el dios de Susa, además del juez de los muertos y protector de los débiles.
Aunque en nuestros días se pueden apreciar dos niveles de este zigurat, originalmente tenía 5, hasta llegar a los 50 m. de altura.
Cada nivel estaba reservado para un estrato social distinto. Lo que se sabe es que al alba la gente se acercaba al zigurat, cada quién dirigiéndose a la planta que le correspondía, y se ponían a rezar de cuclillas con los brazos extendidos hacia lo alto sobre sus cabezas.
El zigurat estaba también adornado con estatuas de terracota con figuras de toros o leones-águila. Ahora mismo ya no existe ninguna estatua.
Al ir con Mahmoud, se puede entrar dentro del zigurat ya que él cuenta con una licencia como historiador. No os preocupéis, Mahmoud es muy consciente del valor histórico del edificio por lo que solo se entra a una zona sin tocar paredes ni nada.
Por dentro podemos apreciar todavía el mecanismo para cerrar las puertas del templo con palos de madera.
Por estos aros se pasaban palos de madera que servía para cerrar las puertas del templo
En todo el zigurat, hay aproximadamente unos 5.000 ladrillos con inscripción cuneiforme
Esta antigua ciudad santa estaba rodeada por 3 murallas. El zigurat Choga Zanbil estaba en el centro y era donde se le rezaba a Inushinak. Este zigurat estaba rodeado por la muralla de menor diámetro. Entre la segunda y tercera muralla es donde se encontraba el resto de templos y santuarios dedicados a 25 divinidades diferentes de Elam, Susa y Mesopotamia.
Fuera del emplazamiento del zigurat había espacio para templos de otros dioses
Cimientos de otros templos en Choga Zanbil
Por las excavaciones se sabe que esta ciudad nunca llegó a ser habitada, ya que el rey Untash-Napirisha murió y las construcciones quedaron inacabadas. Lo único que estuvo en activo fue el zigurat por varios siglos hasta su destrucción por el rey asirio Asurbanipal en 640 a.C.
El calor ya apremiaba y lo mejor era meternos en el aire acondicionado del coche para irnos hacia Susa, una de las ciudades más importantes del antiguo oriente próximo.
Susa, en persa Shush, es una pequeña ciudad de unos 65.000 habitantes que pocos de nosotros habríamos escuchado nombrar. Pero antes, hace unos miles de años, ésta era una de las ciudades más poderosas en el mundo. Ya había asentamientos en esta ciudad desde el quinto milenio antes de Cristo. Susa fue ciudad contemporánea de otras que suelen ser reconocidas como las primeras de la historia, tales como Ur o Uruk, ciudades de la antigua Mesopotamia cerca de los ríos Tigris y el Éufrates. Y es que Susa se encuentra a escasos 250 km del río Tigris.
Susa aparece nombrada varias veces en la Biblia, aquí es donde Esther se hizo reina y donde el profeta Daniel pasó parte de su vida. Incluso aquí se encuentra su tumba, en lo que es hoy una mezquita.
Tumba del profeta Daniel
Lo curioso es que en Samarcanda hay también otra tumba del Profeta Daniel que vimos, al cual dicen le crecen las piernas por lo que cada X tiempo tienen que hacer la tumba más larga. Aunque éste no tiene ese don mágico, la gente como quiera viene aquí a rezarle a su tumba. Por dentro está prohibido hacer fotos.
Susa fue capital del poderoso Imperio Elamita, y cada uno de sus gobernantes se esforzaba por embellezerla aún más, y llenarla de botines de guerra para recordar a sus habitantes que Susa era el centro del mundo. En 1175 a.C. el rey elamita Shutruk-Nahhunte trajo a Susa, después de haber conquistado Babilonia, el código de Hammurabi, una estela que contiene las leyes escritas más antiguas que se conocen en el mundo, junto con muchos otros tesoros más.
Todo este esplendor terminó en el año 540 a.C., cuando Ciro el Grande conquistó Susa. Con la capital tomada, Elam se desmoronó rápidamente. Casi 3 milenios de control elamita habían llegado a su fin, dando así inicio al imperio persa bajo el control de Ciro el Grande, fundador de la dinastía aqueménida.
Al siguiente año, 539 a.C., Ciro el Grande conquistaría Babilonia, capital del imperio neobabilónico. El rey aqueménida utilizará esta ciudad como la capital de su nuevo imperio, y Susa sería la residencia de verano.
No obstante, cuando le llegó el turno de gobernar a su hijo, Cambises II, este decidió que Susa se convertiría en capital del Imperio Persa junto con otras ciudades: Babilonia (principal capital), Persépolis, y Ecbatana.
Después de la muerte de Cambises II en el 529 a.C. y una pequeña revuelta por el poder, Darío el Grande se queda con la corona del Imperio Persa. Sobre un montículo de antiguas ruinas elamitas, Darío decide construir su gran palacio, residencia desde donde reinaría.
Este palacio fue construido con gran suntuosidad. Se levantó una base de 12 hectáreas sobre la que se edificó el palacio. Dicha residencia de Darío tenía más de 110 habitaciones y 6 patios. Los muros eran de adobe con ladrillo en el exterior. En algunos muros externos del palacio se colocaron ladrillos vidriados para embellecerlo.
Figura de Lamassu, criatura híbrida mesopotámica símbolo de la fuerza, que se encontraba en los muros externos del palacio de Darío
Figura de soldado aqueménida
Los techos eran de cedro traídos de Líbano. El oro que adornaba el palacio fue traído de Turquía y Afganistán. Las piedras lapislázuli y cornalina provenían de Uzbekistán, y las piedras turquesa de Kazajistán y Tajikistán. La plata provenía de Egipto. El marfil que adornaba los muros venía de Etiopía y la India. Egipcios, babilonios, elamitas y lidios fueron la mano de obra de este palacio.
El palacio de Darío fue testigo de grandes celebraciones, como la coronación de la reina judía Esther, precedida por un banquete que duró 180 días, y de tan magníficas proporciones que hasta queda mencionado en la biblia (Esther 1:1-12).
Y en el centro de toda esta suntuosidad, se encontraba el imponente salón de las audiencias, un recinto con 72 columnas de 23,25 m. de altura cada una. En los capiteles de cada columna figuras de toro talladas en piedra. Y todo sosteniendo un magnífico techo con su artesonado de madera de cedro.
Capitel en forma de toro
Dibujo que muestra cómo se verían los capiteles
En esta sala de audiencias se recibía a los emisarios de reinos amigos. Aquí se tomaron las decisiones más importantes que afectaron a todo el mundo conocido de la época. Solamente los más influyentes podrían estar en la imponente sala de audiencias, obscura e iluminada por decenas de antorchas. Sátrapas (gobernadores), líderes militares, embajadores, nobles, reyes vasallos y sacerdotes serían los que podrían tener audiencia con el rey. La etiqueta de la época dictaba que uno se debía cubrir la boca al hablar ante el rey. Y en el centro de la sala de audiencias, el trono más poderoso del mundo, el trono de Darío.
Cuatro bases donde había columnas, y en el centro, el lugar del trono de Darío. Sobre esa piedra se tomaron las decisiones más importantes del mundo.
Este trono fue codiciado por reyes y emperadores, pero siempre estuvo ocupado por monarcas aqueménidas durante siglos, hasta la llegada de un joven líder militar extranjero que buscaba venganza y poder llamado Alejandro Magno.
El rey Darío, que había construido el palacio de Susa, invadió Grecia en 490 a.C. Faltarían más de 100 años todavía para que Alejandro Magno naciera. Las tropas persas bajo el liderazgo de Darío llegaron a la ciudad de Maratón, en Grecia, donde se enfrentaron a las fuerzas griegas y fueron derrotados. Filípides, un mensajero griego, corrió desde la ciudad de Maratón hasta Atenas (una distancia de 42 kilómetros) para anunciar la victoria.
En el 480 a.C. el hijo de Darío, llamado Xerjes I, decidió vengar la derrota de su padre atacando Grecia nuevamente, y esta vez incendiando y saqueando toda Atenas, incluida la sagrada Acrópolis. Esto dejó una profunda herida en la psique de los griegos, hasta el punto que más de 100 años después, cuando un joven Alejandro Magno aprendió sobre la historia de Atenas, juró que se vengaría contra los monarcas persas por tal humillación.
Alejandro Magno subiría al trono en el año 336 a.C., exactamente el mismo año en que Darío III, nuevo rey de Persia, subiría también al trono. Darío III se convertiría en el enemigo a batir por Alejandro Magno para cobrar su venganza.
El primer enfrentamiento entre Darío III y Alejandro Magno fue en la batalla de Issus (actual Turquía). Los persas perdieron y Darío III salió huyendo. Alejandro Magno continuó avanzando hasta conquistar Babilonia, y después la mismísma Susa en el 331 a.C. No obstante, Darío III seguía huyendo.
Según las fuentes cuando Alejandro Magno llegó al palacio de Susa se encontró con grandes riquezas que los reyes aqueménidas venían acumulando durante dos siglos. Se encontró con 50.000 talentos de oro y plata, algo nunca antes visto, además de piedras preciosas y objetos de arte. Alejandro se encontró incluso con esculturas griegas que habían sido robadas previamente durante las guerras de los persas contra los griegos. Mucho de todo este oro y plata se fundió para acuñar monedas. Era tal la cantidad de metal precioso que repercutió en la economía de todo el Mediterráneo.
Alejandro Magno estaba conquistando las capitales del Imperio Persa (Babilonia y Susa hasta el momento), pero capturar o matar a Darío III se estaba convirtiendo en su obsesión. Con el afán de dar con Darío III y continuar explorando, Alejandro Magno continuaría su viaje desde Susa hacia Persépolis y después hasta la India. Estando allá muchos de sus soldados ya estaban cansados de las aventuras de Alejandro Magno, por lo que le pedían volver. Volvieron, pero Alejandro lo hizo castigando a los soldados al hacerles volver por el desierto de Gedrosia, en el sur de Irán, uno de los desiertos más duros de la región.
Al volver a Susa, es en este palacio donde el macedonio celebró las famosas y multitudinarias bodas. Lo que él quería era unir a los macedonios con los persas, y pensó que la mejor manera sería a través de casamientos. Así, Alejandro Magno se casó con dos princesas: Estatira (hija de Darío III) y Parisátide (hermana de Artajerjes III). Sus súbditos y soldados también se casaron con mujeres persas. En total se sucedieron 10.000 matrimonios en Susa.
De este magnífico palacio cargado de historia (150.000R – 4,05€), desafortunadamente sólo quedan los cimientos por ver. Por lo que solo nos queda la imaginación para ver pasar por estos lugares a Alejandro Magno, Darío III y Darío I. A la reina Esther y todas las fiestas e intrigas que debieron haberse sucedido entre sus paredes.
En el lugar del antiguo palacio de Darío se encuentra otro castillo aunque de posterior construcción.
Este castillo es del siglo XIX y lo construyeron unos arqueólogos franceses que trabajan en la zona. ¿Qué necesidad de construirse este castillo tan fastuoso? Se veía que les gustaba jugar con la idea romántica de ser exploradores. Y esto podría ser hasta cómico, ¡si no es que supiéramos que el castillo fue construido con ladrillos de antiguos monumentos persas! Incluso algunos ladrillos hasta tienen inscripciones cuneiformes. Actualmente no se puede visitar .
Hasta aquí había llegado nuestra visita a Susa, era momento que nuestro compañero Mahmoud nos llevara a la estación de autobuses. ¡Pero ah! Antes, él decidió que podía llevarnos a una atracción turística más...
Nos trajo a una pequeña presa por donde pasa el río Kanún, el mismo que llega a Susa. La verdad es que a nosotros ya nos salió sobrando un poco esta atracción, pero ante la escasez de agua que hay en la zona, definitivamente Mahmoud habrá pensado que nos gustaría verlo.
Y quizás no estaba tan equivocado. Cuando volvimos a pasar por aquí, pero esta vez en autobús camino a Shiraz, vimos que había un montón de coches parados a ambos lados de la carretera, con gente bajándose de ellos. Pensábamos que habría sido un accidente. Pero no, la gente se divertía viendo cómo unos bañistas estaban en este río. No cabe duda que nos atrae lo que no tenemos.