Día 3: Samarcanda, ciudad de los astros y el conocimiento
Con la muerte de Tamerlán, Samarcanda y sus ciudadanos se sentían huérfanos. Ahora ya no tenían a esa figura paternal que los protegiera y era momento que caminaran por sí mismos. Y es que ahí estaba el problema, Tamerlán había dejado un reguero de hijos y nietos a lo largo y ancho de sus conquistas, aunque eran 4 hijos y 12 nietos los reconocidos como candidatos reales a la sucesión.
A la muerte de Tamerlán, en 1405, su nieto Khalil Sultan se hará cargo de gobernar Samarcanda, mientras que el nieto Pir Mohamed se encargará de gobernar todo el reino. No obstante, en 1407 el hijo de Tamerlán, Shah Rukh, toma el poder a la fuerza mandando a matar a su sobrino Pir Mohamed y exiliando a su otro sobrino Khalil Sultan a Ray, Irán. Shah Rukh concentraría en él la gobernanza tanto de Samarcanda como de todo el reino timúrida.
Debido a estas guerras intestinas, Shak Rukh perdió toda la mitad del territorio del reino, por lo que gobernó solo en la parte oriental y movió la capital del reino de Samarcanda a Herat (en actual Afganistán). Durante estas guerras su hijo, Ulug Beg, estaba a salvo en Herat siendo instruido en las artes y las ciencias por el matemático Qazizade Rumi.
Cuando Ulug Beg cumple 16 años, en 1409, su padre lo instala como gobernador de Samarcanda. Aquí es donde Ulug Beg daría rienda suelta a toda su pasión por el conocimiento y las ciencias a través de obras en la ciudad.
Lo primero que veríamos hoy sería la imponente Plaza de Registán (13.000 soms - 1 €).
La plaza debe su nombre a reg, arena, y stan, lugar; es decir, “lugar de arena”. En la época de Tamerlán ninguno de los edificios que actualmente podemos ver existían. Esta plaza tan solo era un cuadrilátero enorme de arena. Aquí se cometían las ejecuciones y se daban los anuncios oficiales por parte del reino.
Ulug Beg mandó entonces a construir la madrasa Ulug Beg en 1417. Ésta es la madrasa que se encuentra del lado izquierdo en la foto superior. La plaza de Registán ya había obtenido su primer edificio.
Esta madrasa fue uno de los centros de enseñanza islámica más importantes de todo el mundo musulmán en el siglo XV. Ulug Beg como amante y promotor de la verdad, también fomentó que en este lugar se impartiera una educación secular y de investigación. Poetas, matemáticos, escritores y científicos de todo el mundo venían aquí a estudiar.
Ulug Beg mismo fue un profesor en esta escuela, junto con quien había sido su profesor de infancia, Qazizade Rumi. En una ocasión Ulug Beg despidió a uno de los profesores, por lo que Qazizade Rumi en señal de protesta dejó de impartir las clases. Ulug Beg fue en su búsqueda y le preguntó por el motivo, a lo que el maestro le dijo: “considerábamos a la educación como algo muy importante como para ser intervenida. Pensábamos que la educación era libre del sultanato, pero veo que ésta también es prisionera de él, por lo que yo me libero del sultanato”. Ante esta respuesta, Ulug Beg volvió a contratar al profesor y Qazizade Rumi también regresó a las aulas.
Ulug Beg gobernó con su lema “la búsqueda del conocimiento es la responsabilidad de todo hombre y mujer musulmana”.
La verdadera pasión de Ulug Beg estaba en los astros. Eso era lo que realmente captaba su atención y en lo que invertía horas y horas. De hecho, en la fachada de su madrasa se pueden apreciar unas estrellas, seguramente a modo de guiño de su pasión.
En 1427 Ulug Beg construye un observatorio para estudiar los astros muy cerca de donde se encuentra Shah-i-Zinda. Éste sería el observatorio más grande de toda Asia Central y uno de los mejores a nivel mundial. Aquí se iría Ulug Beg con algunos de los profesores y estudiantes de la madrassa después de las clases a continuar con los debates y estudios. Entre los principales logros de Ulug Beg en este observatorio que todavía se puede visitar está:
Haber creado un catálogo con las coordenadas exactas de 1.018 estrellas con una exactitud que no pudo ser igualada en occidente hasta años después.
Haber calculado el tiempo de un año astronómico en 365 días, 6 horas, 10 minutos, y 8 segundos. Es decir, al parecer se equivocó tan solo por 58 segundos.
En frente de la Madrasa, Ulug Beg construyó un alojamiento y monasterio sufí, pero su arquitectura fue totalmente transformada en 1619 para convertirla en la madrasa Sher-Dor.
Lo que tiene de especial esta madrasa son los leones de su fachada cazando unos venados.
Esto definitivamente tuvo que haber sido muy provocador para el clero musulmán, ya que dentro del islam está prohibido representar figuras humanas o de animales, ya que se consideran obras tan perfectas que solamente Alá podría hacerlas, por lo que lo hace un edificio medieval islámico único. Según se cree una de las posibilidades del uso de esta imagen de fauna es porque también se trataba de un símbolo de poder persa que se utilizaba en Samarcanda.
Por último, nos queda la madrasa Tira-Qolli, que es la que se encuentra en el centro de la plaza y que fue construida sobre un antiguo caravanserai (lugar de descanso para personas y animales en la Ruta de la Seda) en 1646.
Samarcanda tiene una curiosidad religiosa y ésta es que supuestamente a las afueras de esta ciudad se encuentra la tumba del profeta Daniel, del antiguo testamento bíblico. Claro, lo más curioso es que ésta no es la única tumba que se tiene de este personaje bíblico, sino que también hay en Irán (2 tumbas) e Iraq (3 tumbas). Pero bueno, quedémonos por ahora con nuestra tumba en Samarcanda.
Te indicamos cómo llegar a ella. Primero tienes que dirigirte al bazar Siob que se encuentra sobre la calle Tashkent, lo “único” que tienes que hacer es seguir caminando por esta misma calle en dirección opuesta a la plaza del Registán. Tendrás que cruzar una avenida muy amplia y dirigirte hacia la mezquita Hazrat-Hiz (la calle Tashkent continúa por un costado de esta mezquita). El camino es largo, un kilómetro y medio aproximadamente. Conforme vas caminando por esta calle, vas a notar que empieza a descender, cruzarás un museo que te queda a tu lado izquierdo, tú sigue avanzando, y al fondo de la bajada, verás que por ahí pasa el río Siob. Si ves esto, es que has hecho el recorrido correcto. Verás que hay un camino que va a lo largo del río, toma ese camino. Parecerá que estás yendo en dirección errónea, ya que pasas por casas muy humildes, tú sigue avanzando. Finalmente, verás una pequeña casetita de cobro (la entrada al lugar cuesta aproximadamente 1,50 dólares).
Cuando nosotros llegamos ahí el guardia estaba platicando con otra gente por lo que ni nos vio siquiera acercarnos, por lo que no tuvimos que pagar nada. La supuesta tumba de Daniel es bastante curiosa. Se encuentra en lo alto de una pequeña colina y está dentro de un edificio largo y rectangular. Desgraciadamente no dejan tomar fotos dentro del lugar, pero lo curioso es que ¡su sarcófago mide 18 metros de largo! Según la leyenda, el cuerpo de Daniel crece cada año poco más de un centímetro, y por eso hay que ir alargando su ataúd.
Al nosotros estar ahí entró gente local para rezar dando una vuelta al sarcófago en el sentido de las manecillas del reloj. Después todos se salieron, y de cuclillas, estaban rezando fuera del edificio.
Después de esto, nos volvimos en taxi y decidimos volver a pasar la tarde por la plaza del Registán. La plaza ya estaba cerrada, pero al pasar cerca de ella se nos acercó un guardia y nos preguntó si queríamos subir a uno de los minaretes de la madrasa Ulug Beg por una módica cantidad. A nosotros nos pidió 10.000 soms (0,78 €) por persona.
Al principio nos sentimos estafados porque nos dijo que él nos esperaba abajo y que nosotros subiéramos por nuestra cuenta. Empezamos a subir para llegar a una habitación llena de basura y donde parecía que ahí terminaba el camino. Pensábamos que nos había timado cuando de pronto, al final de la habitación, vimos una pequeña escalera. Pisando entre escombros y sin saber si era el camino correcto, decidimos ascender…al ver cómo la escalera comenzaba a girar de forma circular y cómo las paredes cada vez se iban encogiendo más, sabíamos que íbamos por el buen camino.
Las vistas desde arriba no son la panacea, pero vale la pena subir de cualquier forma. Eso si no te da miedo el pensar que estás en un minarete que tiene casi 600 años de antigüedad, que está ladeado, y que si está cerrado al público será por algo.
Nuestro susto no lo tuvimos arriba, sino que lo tuvimos abajo, ¡ya que al regreso nos dimos cuenta que el guardia nos había cerrado la puerta! ¡No lo podíamos creer! Obviamente miles de imágenes pasaron por mi cabeza en segundos, donde nos veía pasando la noche en la madrasa hasta que abriera al día siguiente y demás. Por más que gritáramos “help” y “help”, el guardia no venía. Para nuestra fortuna, el guardia era suficientemente corrupto como para dejar entrar a la plaza a más turistas después de la hora del cierre, así que afortunadamente unas japonesas iban pasando a las cuáles tuvimos que pedir que llamaran al guardia.
Mientras esperábamos a la llegada del guardia en el patio de la madrasa, donde antiguamente se impartían las clases y se encontraban las habitaciones de los estudiantes, no podía dejar de imaginarme el trágico final que tuvo Ulug Beg.
Si Tamerlán era un gran estratega militar, que además había embellecido Samarcanda y patrocinado las artes y las ciencias, su nieto Ulug Beg solamente había heredado los genes artísticos y de conocimiento; le faltaban los genes militares. De nada sirvió las recomendaciones que su madre le hacía cuando era niño y recorría las bibliotecas de su padre y abuelo: “solo con la fuerza se gobierna”.
Cuando el padre de Ulug Beg, Shah Rukh, muere en 1447, acontecieron otra serie de guerras familiares por el trono, que desencadenó la traición por parte del hijo de Ulug Beg, Abd ul-Latif, hacia su propio padre, iniciando así una guerra por el poder durante 2 años entre padre e hijo.
Quizás por falta de habilidad en la guerra, o por no querer luchar más contra su hijo, o por una mezcla de las dos, Ulug Beg es finalmente hecho prisionero. Abd ul-Latif decide dejar a su padre libre para que fuera a hacer una peregrinación a La Meca.
Según cuenta la historia, Ulug Beg junto con un colega profesor salió por la noche de Samarcanda para dirigirse a La Meca. Estando a unos 10 kilómetros de Samarcanda, iban hablando despreocupadamente cuando se les acercó un hombre para decirles que todos los preparativos del viaje todavía no estaban listos y que por tanto en el siguiente pueblo iban a tener que esperar. Cuando Ulugbek y su acompañante llegan al pueblo entran a una de las casas. Están alrededor de una fogata charlando cuando entran otros 2 hombres. Uno de ellos, llamado Abbas, sacaría su espada y de un tajo le corta la cabeza a Ulug Beg.
Las noticias llegaron rápido a Samarcanda que el rey astrólogo había muerto. En seguida la gente salió con sus antorchas y se dirigió hacia el observatorio destruyéndolo prácticamente en su totalidad y quemando los 15.000 libros de su biblioteca. El pueblo quería a un gobernante que se preocupara más por los aconteceres terrenales que los celestiales.
Hoy en día Ulug Beg no figura entre los grandes líderes militares de la historia. Sin embargo, muy diferente es su historia en el mundo de la ciencia, donde es mundialmente reconocido a día de hoy y donde la comunidad científica internacional le ha puesto en su honor a un cráter de la luna el nombre de Ulugbek, así como también a un cinturón de asteroides descubierto en 1977. Quizás Ulugbek no había llegado muy lejos en cuanto a la extensión de territorios se refiere, pero definitivamente su fama llegó al espacio que a él tanto le había fascinado desde niño.
Nosotros no podremos conocer la Samarcanda que maravilló e inspiró a tantas personas, pero al menos sí nos podremos quedar con algunas de sus descripciones, como:
Ruy González de Clavijo, embajador de Enrique III de Castilla ante la corte de Tamerlán de 1403 a 1406 dijo sobre Samarcanda: “La riqueza y abundancia de esta gran capital y su distrito es tal que es una verdadera maravilla para la vista”.
Mohamed ibn Batuta, que fue el “Marco Polo” musulmán, describió a la ciudad en 1330 como “una de las ciudades más grandiosas y finas, y la más perfecta de todas ellas en belleza”.
En el año 329 a.C., Alejandro Magno cuando estuvo en las puertas de esta ciudad dijo: “Todo lo que he escuchado de Samarcanda es cierto, con la excepción de que es aún más hermosa de lo que la había imaginado”.