Día 8: Kermanshah, Bisotún y Tak-e Bostan, viendo la historia a través de sus relieves

Hamedan tiene 3 pequeñas estaciones de autobuses muy cerca una de la otra, cerca de Sepah Square. Lo mejor es preguntar a los locales de dónde sale el que va a Kermanshah.

Nosotros ya estábamos en nuestro microbús sentados. Recuerda que éstos no se van hasta que no hayan ocupado todos los asientos. Ahora sí, con el minúsculo microbús lleno y las rodillas un poco levantadas y pegadas al asiento de adelante por falta de espacio, estábamos listos para partir. Iríamos por la antigua carretera que antaño llevaba a Baghdad, y de ahí más adelante a Babilonia. Hoy en día este camino ya se encuentra asfaltado, pero es el antiguo camino por donde pasaron grandes imperios de un lado para otro mientras unos buscaban conquistar a otros.

Conforme nos íbamos acercando a la frontera con Iraq el paisaje iba tornándose más seco, en la misma medida que el calor iba en aumento haciéndose más asfixiante cada vez.

Unas tres horas, 55.000R (1,50€), y 6 pepinos después que nos había regalado una amable señora del asiento de al lado, llegamos a nuestro destino: Kermanshah. Estábamos a 370 kilómetros de Baghdad.

La verdad es que en Kermanshah prácticamente no nos quedamos mucho tiempo. Lo único que hicimos fue contratar un taxi privado que nos llevara a ver Bisotún y Tak-e Bostan y de regreso a la estación de autobuses para continuar con nuestro camino.

Lo que contratamos fue: de la estación de autobuses – Bisotún – Tak-e Bostan – estación de autobuses. Media hora en cada sitio. En total por todo esto nos cobró 300.000R (8,10€). La verdad es que media hora en Bisotún fue poco, y media hora en Tak-e Bostan fue mucho.

Como ya comentamos antes, Bisotún (150.000R – 4,05€) es el lugar donde Darío I grabó sus logros al acabar con el Imperio Meda al retomar Ecbatana. Pero hay mucho más que eso y bien merece la pena dedicarle tiempo a explorar este lugar.

Fue en este lugar donde Darío I, en 521 a.C., mandó grabar en las montañas de alrededor distintas escenas de batallas y escritos en elamita, babilonio y persa antiguo, así, las montañas se convertirían en testigos eternos para cualquier viajero, soldado, o comerciante que pasase por aquí. Bisatún, que significa “lugar de los dioses”, se encontraba en el camino principal que unía Persia con Mesopotamia.

La inscripción más importante es el relieve de Darío y mostrada anteriormente.

El relieve de Darío está a 50 metros de altura del suelo. El relieve tiene unas dimensiones de 20 m. de largo por 7,8 m. de alto y fue tallado en el siglo VI a.C.

Desafortunadamente cuando nosotros fuimos no se podía subir a admirarlo de frente, por lo que nos tocó verlo desde abajo (¡y el relieve está a 50m. de altura!). Así que describiré brevemente aquí lo que el relieve significa, y espero que podáis ponerle mucho de vuestra imaginación para apreciar las figuras. Definitivamente las fotos no hacen justicia a la mística del lugar.

El grabado muestra a Darío más grande que el resto (mide 1,80m.) y es el tercero de izquierda a derecha. Las 2 figuras que se encuentran detrás de él son 2 cortesanos. Darío está pisando a Gaumata, su principal enemigo, quien supuestamente fue un mago meda que intentó usurpar el poder en el 521 a.C.. Delante de él tenemos a nueve prisioneros, que son los gobernadores que también se rebelaron contra Darío (tenemos a dos gobernadores de Susa, dos de Babilonia, uno de Media, un marv, un escita, un esmerdio y un sargatiya). Encima de los prisioneros se alza la figura de Farvahar (el símbolo zoroastra del dios Ahura Mazda) ofreciéndole el anillo del poder a Darío; éste, levanta su mano derecha en señal de respeto. El relieve cuenta además con varias inscripciones en cuneiforme describiendo el reinado de Darío y su dinastía aqueménida, además de las revueltas que hubieron y cómo Darío logró controlarlas.

Ahora adelantémonos 2 siglos, cuando la dinastía aqueménida ya no gobernaba y este lugar pertenecía al imperio de Alejandro Magno. Dicho imperio iba desde Macedonia hasta la India. Cuando él muere, su imperio se fracciona y su gente más allegada se hace cargo de diferentes regiones. Por ejemplo, Ptolomeo se queda con Egipto y Seleuco con lo que era el Imperio Persa. Precisamente por este último, comenzaría una nueva dinastía en lo que hoy es conocida como Seléucida (312 a.C. al 224 d.C.), con descendencia griega.

Es así como llega a nuestros días en Bisotún una pequeña figura del semidios y más grande de todos los héroes griegos: Heracles. Heracles es famoso en la mitología griega por los 12 trabajos que tiene que hacer. A Seleuco le gustaba afirmar que era descendiente del héroe Heracles. Esta figura fue tallada en el 148 a.C. y descubierta apenas en 1958. Nos muestra a un Heracles relajado y desnudo descansando sobre una piel de león mientras bebe de un tazón después de haber realizado una de sus 12 labores, en concreto, la caza del peligrosísimo león de Nemea, una fiera que aterraba a la región del Peloponeso y cuya piel era invulnerable a las flechas de los cazadores.

Estatua de Heracles descansando después de su hazaña de matar al León de Nemea

Esta estatua fue mandada tallar en el 148 a.c. y fue descubierta en 1958

La estatua se talló en honor a la victoria del rey seléucida Demetrio II sobre los partos. En los siglos III y II antes de Cristo, el imperio seléucida y el nuevo imperio parto tuvieron constantes enfrentamientos entre sí por el dominio de la región.

No obstante, poco le duraría el gusto al rey Demetrio II, ya que unos pocos años después sería capturado por el rey parto Mitídrates I, y con esto, se extinguiría la dinastía seléucida y los partos gobernarían por los siguientes cuatro siglos.

Los partos vieron que era muy buena propaganda grabar para la posteridad las hazañas en estas rocas, así que ellos también hicieron los suyos.

Este relieve fue hecho para el rey parto Mitrídates II, quien gobernó el equivalente del Irán e Iraq del día de hoy entre 121 y 91 a.C.

El relieve está bastante dañado hoy en día. No hay que confundirnos con ese enorme nicho que se ve ahí que parece un mihrab. Ese nicho se añadió en el siglo XVII dañando así el relieve original.

Del lado izquierdo del nicho se pueden apreciar dos o tres figuras humanas, eran los sátrapas (gobernadores persas) detrás del rey.

Del lado derecho del nicho tenemos otro relieve parto aunque posterior (38-51 d.C.) donde se representa la victoria de Gotarzes sobre otra princesa parta, Mehrdad.

El gran nicho del centro tiene inscripciones donde simplemente se detalla que un sheikh donó parte de sus propiedades a unos descendientes del profeta Mohammed, y que también colaboró con la reparación de un antiguo caravasar que hay por aquí, mismo que nosotros ya no fuimos porque estaba lejos caminando, el taxista nos esperaba, y hacía un calor de los mil demonios.

Antiguo caravanserai rehabilitado en el siglo XVII

Nuestra siguiente parada eran los relieves de Taq-e Bostan (150.000R – 4,05€).

Estos relieves nos impresionaron por su sencillez y a la vez majestuosidad. Estos relieves son posteriores a los de Bisotún, ya que son de época sasánida (224 – 661 d.C.).

Destaca un gran arco de época sasánida tardía.

Los ángeles que están encima del arco representan la victoria.

En la parte superior se encuentra Cosroes II, el último gran rey sasánida que gobernó del 590 al 628 d.C., entre las divinidades Ahura Mazda y Anahita. El hombre a caballo se cree que también representa a Cosroes II.

A la derecha de este arco se encuentra otro más pequeño y de construcción anterior, que nos muestra a los reyes Sapor II y III (sus reinados fueron desde el 309 hasta el 388 d.C.). Detrás de ellos hay unas pequeñas inscripciones en pahlavi donde muestra sus nombres y linaje, y donde se les muestra como grandes adoradores de Ahura Mazda y reyes de todo Irán y todo lo que no es Irán.

A la derecha de los arcos se encuentra otro curioso relieve que es todavía un poco más antiguo. Es el relieve de Ardashir II.

Ardashir II fue el hermano del rey Sapor II y gobernaba desde la actual Armenia (en aquél entonces imperio persa). En esta época el imperio romano buscaba su expansión hacia el este, chocando constantemente contra el imperio persa por el control y dominio de la región. En el año 363 d.C. el emperador romano Juliano se embarca en la conquista de territorios, con el fin último de aplastar al imperio persa. No obstante, en una batalla en Samarra (actual Iraq) los ejércitos de ambos imperios se enfrentaron, y en el campo de batalla el emperador Juliano quedó herido por una lanza. El emperador romano fue apresado por Ardashir II y posteriormente asesinado.

Vemos en la figura la derecha la manifestación de Ahura Mazda, quien entrega el anillo de reyes a Ardashir II. Detrás del rey se encuentra el dios Mitra, y si observamos bien, veremos que debajo del rey y de Ahura Mazda hay otra figura; se trata de del emperador romano Juliano.

Hasta aquí nuestro día en los relieves.

Era momento de volver a la estación de autobuses para ahí tomar nuestro siguiente autobús hacia Shushtar. Esta vez comenzaríamos a dirigirnos hacia el sur, hacia el Golfo Pérsico.

Después de pelearnos con el taxista porque quería más dinero del acordado, finalmente nos subimos a nuestro autobús.

Si afuera hacía un calor de unos 40 grados, no quiero pensar cuánto hacía adentro del autobús. Estaba casi lleno, pero esperábamos a que se subieran unos 5 o 6 pasajeros más. Adentro hacía un calor sofocante, con los asientos de tela vieja y caliente, todas las ventanas y cortinillas cerradas también para impedir que el sol pegara directamente por dentro, esto ayudaba a aumentar la sensación de sofoco. Un agudo olor a sudor humano tampoco ayudaba mucho. Finalmente, se sube el acomodador, así es, en Irán todavía es posible encontrarse con acomodadores que su función es asegurarse que ningún hombre esté sentado al lado de una mujer que no conozca. Y helo aquí, aquí lo teníamos delante nuestro y él moviendo a pasajeros de un lugar para otro en su complicado puzle para que no fueran a quedar dos personas del sexo contrario juntas. Daba igual qué número de asiento indicaba tu billete, aquí quien tenía el poder era este hombre en sus 30 y tantos años con su pantalón y camisa caqui, su larga barba estilo talibán, su ceja unida, y los pelos de su pecho asomándose entre los botones de su camisa. En las charreteras de su camisa sobre los hombros bordado el Ahura Mazda. Finalmente nos llegó el turno a María y a mí, ni por ser extranjeros nos salvamos de la nueva distribución dentro del autobús. Quería sentar a María al lado de otra chica y dejarme a mí solo. Por más que le explicábamos que veníamos juntos no entendía razón (ni nuestro inglés claro está). Afortunadamente el resto de pasajeros se metió y le hicieron entender al acomodador que veníamos juntos. Cedió.

Fue un recorrido muy largo y muy cansado. Atrás del todo venían sentados los malotes del autobús. Un grupo de chavales en sus 20 y tantos años que en un momento de la noche les dio por cantar y aplaudir. En cuanto el conductor encendía las luces estos se callaban, para luego reanudar sus cantos una vez que la oscuridad volviera. Hay que recordar que cantar en público está prohibido en Irán. No obstante, yo creo que el conductor inclinado más por el bienestar de los pasajeros y su deseo de dormir que por las leyes iraníes, logró callar a los jóvenes en cierto momento.

El autobús ni siquiera nos dejó en Shushtar, sino que nos dejó en Ahwaz (el recorrido nos había salido en 250.000R – 6,75€ por persona) y ahora era momento de ver cómo proseguiríamos con nuestro camino hasta Shushtar.

Suena muy fácil, pero claro, hay que considerar que llegamos a Ahwaz a las 4 de la mañana (¡habíamos hecho once horas para 500 kilómetros!), el autobús nos dejó en una rotonda (para variar) y fuimos los únicos en bajarnos ahí. Las calles estaban obscuras y lo único que había eran hombres, ni una mujer ni un niño. Al apenas María y yo poner un pie en la calle rápidamente nos rodeó una decena de iraníes ofreciéndonos sus servicios de taxi. Ninguno hablaba inglés. La única palabra que podíamos entender era “taxi”.

Entre más nos quedábamos parados más se venía acercando la gente y me empezaban a jalonear del brazo de un lado para otro. Me imagino que sería la novedad ver a dos mochileros en Ahwaz en una rotonda a mitad de la noche. Decidimos irnos de ese lugar caminando, sin rumbo fijo, pero simplemente irnos con paso firme para dejar esa rotonda. La gente nos seguía y decía cosas, pero nosotros simplemente avanzamos hasta que afortunadamente vimos un pequeño local abierto de kebab. Sin pensárnoslo dos veces entramos y nos pedimos unos zumos. Nos sentamos en una de las sillas de plástico que había para pensar qué hacíamos mientras estábamos en nuestro pequeño refugio.

En eso, dos jóvenes entraron y pidieron un kebab. Uno de ellos se estaba quedando dormido mientras se lo comía y el otro estaba muy hiperactivo. Este último con un gesto me dijo que tuviera cuidado con las mochilas, que había mucho ladrón por ahí.

Me les acerqué y me senté en su mesa a “hablar (aunque uno estaba dormido y el otro no me entendía)”. Finalmente logramos entendernos que nosotros queríamos ir a Shushtar y que ellos tenían un coche con el que nos podían llevar (por un módico precio claro está). Finalmente accedimos y nos fuimos con ellos. Nos cobraron 700.000 (18,90€) por llevarnos. Ahora mismo sabemos que fue una barbaridad ya que estábamos apenas a hora y media, pero bueno, en ese momento no sabíamos qué tan lejos o cerca estábamos de nuestro destino.

Fue al subirnos al coche cuando a María y a mi nos dieron muy mala vibra estos chicos. Los 4 íbamos en silencio adentro del coche viejo y lo único que sonaba era una música cartonera iraní que salía de los altavoces del coche. El conductor venía conduciendo de manera errática, en círculos pasando por los mismos lugares. María y yo nos comenzamos a asustar y ahí fue cuando se me vino a la mente la imagen de cuando, el conductor con un gesto, me dijo que tuviera cuidado con los ladrones de ahí. En ese momento pensé que ellos podrían ser los ladrones, que nos habíamos metido en su coche y estábamos a su merced a las 4 de la mañana en medio de la nada iraní. Lo único que iluminaba la negra noche era el fuego que escupían las docenas de chimeneas de refinerías que se encontraban al lado de la carretera.

La música seguía sonando y el silencio seguía reinando. Finalmente parecía que íbamos tomando rumbo. ¿Hacia dónde? Venía mirando cualquier detalle de la carretera y la señalización para ver en qué dirección íbamos, aunque mucha estaba escrita solo en persa. A cada momento volteaba a mirar el cielo buscando ya un poco de claridad...como para sentirme más seguro (quizás sinsentido)… pero todavía faltaba tiempo para que amaneciera. En eso, el conductor nos dijo: “nos estamos quedando sin gasolina, hay que volver”. ¡¡No lo podía creer!! Teníamos que deshacer todo lo andado porque según nos decía no había más gasolineras adelante.

Miles de pensamientos me pasaban por la cabeza “¿Nos bajamos y corremos? ¿Podría yo con ellos en caso de una pelea? Uno estaba casi dormido, ¿pero y el otro?”. Y yo creo que pensamientos similares pasaban también por la mente de María, ya que de pronto me miró y me dijo: “tengo el cuchillo (para untar mantequilla) en la bolsa pequeña de la mochila”.

Realmente no hubo ningún factor externo justificable para que nos pusiera en tal tensión. Fue simplemente una suma de variables y finalmente la mente puso el resto. Estábamos con dos totales desconocidos en su coche con los cuáles no podíamos ni entender una sola palabra, a las 4 de la mañana, en una carretera totalmente vacía y donde nadie sabía dónde estábamos, sin estar seguros a dónde íbamos ni qué tan lejos, el que manejaba con una conducta bastante extraña e hiperactiva. En fin, no pasó nada y probablemente nosotros solos nos imaginamos cosas, o quizás nuestro sexto sentido nos estaba alertando de un peligro real. El caso es que llegamos a Shushtar para cuando el alba comenzaba a aparecer .

María y yo estábamos tan ansiosos de salir de ese coche que al final le pagué con un billete de 1.000.000R (27€) y ni le pedí el cambio. ¡Y todavía me pidió más dinero!

En fin, eran ya como las 7 de la mañana y habíamos pasado una noche infernal. Nos pusimos a buscar un hotel y dimos con uno con un nombre muy original: Hotel Shusthar. La verdad es que no lo recomendamos mucho, porque se nos hizo muy caro y sucio (1.500.000R – 40,50€ la noche por habitación doble, con baño, sin Internet y sin desayuno). Encima, el señor que atendía podría ser muy amable, pero no lo sabemos porque siempre que nos veía se ponía a hablar con nosotros en farsi. Y no importaba que le explicáramos repetidas veces que no entendíamos farsi. Él simplemente continuaba hablando un monólogo y a veces se reía, y mientras se acomodaba sus gafas, nos miraba fijamente con sus grandes ojos como esperando una complicidad y reírnos nosotros también. Llegaba incluso a tocar la puerta de nuestra habitación a cualquier hora, y en cuanto la abría… se ponía a platicar. ¿Qué tanto nos estaría diciendo?

El caso es que para las 8 am ya teníamos habitación y afortunadamente este señor nos dejó pasar. Así que encendimos el aire acondicionado y dormirnos un rato...

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