Día 7: Hamedan, antigua Ecbatana

Hamedan es una de las ciudades más antiguas de Irán y por tanto del mundo entero. Antiguamente se le conocía como Ecbatana. Herodoto hace mención de ella en su Historia y afirma que la ciudad fue capital del Imperio Meda por órdenes de Deioces, su primer rey, en el año 722 a.C.

La historia dicta que Deioces construyó aquí un palacio de grandes proporciones. Herodoto menciona que este rey construyó fuertes murallas, en forma de anillo, una tras otra y con un diámetro cada vez mayor, y una más alta que la otra, sumando en total siete de éstas. Tan grande que a lo lejos parecía una colina, pero de cerca se apreciaba que estaba lleno de arte. Según Herodoto la muralla más al exterior era tan extensa como aquella que rodeaba a toda Atenas. Y en el centro de las siete murallas el gran palacio, que protegía al rey, a su familia, y sus vastos tesoros.

Otro historiador griego, Polibio, nos dice que la ciudad era una de las más ricas y bellas del mundo. Nos habla de una ciudad cuyos techos, columnas y azulejos estaban revestidos de plata y oro.

Ciro el Grande, primer rey aqueménida del Imperio Persa, acabó con el Imperio Meda en el 550 a.C. y capturó Ecbatana y la convirtió en la residencia de verano de los reyes aqueménidas. No obstante, en el 522 a.C. un rebelde meda volvería a recuperar la ciudad brevemente volviéndola a hacer su capital, hasta que en 521 a.C. Darío I, también aqueménida, expulsaría para siempre a los medas.

Este logro de Darío I quedaría grabado para la posterioridad en sus famosos relieves de Bisotun, que se encuentran en el camino entre la antigua Ecbatana y Babilonia (ahora Iraq).

Relieve de Darío I en Bisotun, donde registra la toma de Ecbatana

Y no fue lo único que este rey mandó grabar sobre piedra. A tan solo 5 km al oeste de Hamedan (taxi privado desde el centro 40.000R – 1,10€), y comenzando la ruta hacia Babilonia, mandó grabar uno de estos enormes cuadros sobre la montaña en granito puro, que se les conoce como Ganj Nameh.

Dichos relatos comienzan con una alabanza al dios zoroastra Ahura Mazda, para después dar paso a los linajes y logros realizados por los reyes aqueménidas Darío y su hijo Xerxes.

El de la izquierda, mandado grabar por Darío (reinado del 521-485 a.C.) dice:

“Al gran dios Ahura Mazda, Quien creó esta tierra, Quien creó aquél cielo,

Quien creó al hombre,
Quien creó la felicidad del hombre,
Quien hizo a Darío rey,
Un rey de muchos,
Un Señor de muchos,
Yo soy Darío,
El gran rey, rey de reyes,
Rey de los países que tienen todo tipo de hombres, Rey de esta gran tierra, a lo lejos y ancho, Hijo de Hystaspes, un aqueménida”

El de Xerjes (reinado del 485-465 a.C.) dice:

“El gran dios Ahura Mazda,
El más grade de todos los dioses que crearon esta tierra, el cielo y las personas,
Quien les dio felicidad,
Quien hizo rey a Xerxes,
Un rey excelente entre muchos reyes, Gobernante excelente entre muchos gobernantes.
Yo soy el gran rey Xerxes,
Rey de reyes,
El rey de tierras con numerosos habitantes,
Rey de este inmenso reino con territorios lejanos, Soy hijo del monarca aqueménida Darío”

Ambos textos se encuentran en las antiguas lenguas persa, babilónico y elamita, con escritura cuneiforme (el sistema escrito más antiguo de la historia).

La escritura cuneiforme se desarrolló por primera vez alrededor del 3500 a.C. por los sumerios de Mesopotamia

En épocas más modernas la gente, al no entender el cuneiforme, pensaban que eran unas instrucciones sobre cómo encontrar un tesoro, y por eso su nombre Ganj Nameh, que literalmente significa en antiguo persa “libro del tesoro”.

Este lugar se encuentra en un sitio donde las familias suelen salir a pasear. Además, cuenta con una cascada, cosa que se aprecia mucho con estos calores de verano.

El reino aqueménida duraría un par de siglos más, hasta el 330 a.C., cuando Alejandro Magno llegó a la región y conquistó a este imperio.

Este conquistador pasó unos días en Ecbatana, especialmente durante el crudo invierno de 324 a.C. Fue aquí cuando su fiel compañero de batallas y gran amigo, Hefestión, cayó víctima de una enfermedad. Se cuenta que Alejandro Magno se volvió loco de dolor, que dejó de comer y beber y no quería levantarse de su cama. Se afeitó toda su cabellera y mandó también cortar las crines de los caballos en señal de luto. Canceló todos los festejos y según se dice, mandó colgar a Glaucias, el médico que trató a Hefestión. Según algunos historiadores Hefestión era amante de Alejandro Magno.

El conquistador decidió llevarse el cuerpo de su compañero a Babilonia para un entierro digno (aunque recientemente se ha descubierto una tumba en Grecia que podría ser de Hefestión). En Ecbatana, Alejandro Magnó mandó construir un monumental león para conmemorar la muerte de su amigo. Un león de piedra que fue construido con mucho amor, cariño, coraje, que perduraría hasta nuestros días. Este león se encontraba en una de las puertas de las murallas de la ciudad y todavía podemos hoy contemplarlo.

Hombres jugando delante del león en honor a Hefestión

Este león, bastante deteriorado por el tiempo, fue construido en el siglo IV a.C. y estuvo en la entrada de las murallas de la antigua Ecbatana

Desafortunadamente la historia no ha querido que seamos testigos de esta grandiosa Ecbatana. Hoy en día tan solo unas cuantas paredes de barro quedan en pie.

Restos de la antigua ciudad de Ecbatana

Restos de lo que antes eran las imponentes murallas de Ecbatana

La entrada a este sitio arqueológico (Hekmataneh Tappeh), que se encuentra en lo que hoy es el centro de Hamedan, cuesta 150.000R (4€).

Para hablar de nuestro siguiente monumento, tendremos que hablar primero de los judíos y del Antiguo Testamento de la biblia con el fin de contextualizar.

Los reyes persas que hemos venido hablando hasta el momento (Ciro el Grande, Darío I, Xerjes) aparecen mencionados en la biblia. En el imperio persa de la época de estos reyes se estima que había entre 70.000 y 100.000 judíos. ¿Por qué había tantos? Primero, porque el rey babilónico Nabucodonosor II en el año 586 a.C. invadió y conquistó Jerusalén, exiliando a la fuerza a miles de judíos al imperio babilónico, en especial a su capital: Babilonia. En el año 536 a.C., Ciro el Grande conquista Babilonia y la convierte en la capital del imperio persa. De acuerdo con la biblia, Dios le dijo a Ciro que permitiera a los judíos volver a Jerusalén y reconstruir su templo, por lo que Ciro los dejó marcharse hacia esta ciudad santa (Esdras 1:1-3); estamos hablando de la reconstrucción del templo de Salomón, mismo del que ahora sólo nos queda una pared de su base, y que es el Muro de las Lamentaciones y lugar donde miles de judíos van a rezar cada año.

Muro de las Lamentaciones en Jerusalén, Palestina

Los años pasaron, y no todos los judíos habían decidido dejar el imperio persa. Entre ellos se quedó Esther, quien era una joven mujer reconocida por su belleza, y su tío Mordecai (Esther 2:5-7). En la época de Esther el rey persa que gobernaba era Xerjes, y la capital ya no era Babilonia sino Susa. Para mostrar las riquezas de la gloria de su reino, el brillo y la magnificiencia de su poder, organizó un banquete durante 180 días. Los hombres más poderosos del imperio y príncipes bebieron vino en copas de oro y probaron los más exóticos manjares sin fin. Dentro de los preparativos, el rey Xerjes quiso presentar a su esposa la reina Vasti ante los presentes. No obstante, por un motivo que desconocemos la reina rechazó ser presentada (Esther 1:1-12). Xerjes, bastante ofendido, le dijo que se buscaría una nueva reina. Así, hizo pasar a su palacio a las mujeres más bellas del imperio (Esther 2:2-4,8).

Según nos cuenta la biblia, Xerjes quedó cautivado ante la belleza de Esther por lo que no dudó en hacerla reina (Esther 2:17).

Xerjes tenía un consejero llamado Haman que odiaba a los judíos. Al tener un altercado con Mordecai (el primo de Esther) Haman convenció a Xerjes que los judíos no cumplían con las leyes y por tanto había que matarlos (Esther 3:6- 9, 13-15).

Al Esther enterarse de esto, le comunicó al rey Xerjes que ella también era judía y pedía por la salvación de todos los de su raza. Xerjes, enfurecido por el intento de manipulación de Haman, mandó matarlo (Esther 7:1-10).

Así es como todos los judíos quedaron contentos y agradecidos por siempre con Esther (Esther 8:16-17). Fueron a darle las gracias en vida una y otra vez. Y al ella morir, los judíos solían frecuentar su tumba para seguirle dando las gracias, siendo una peregrinación importante para los ritos judíos.

En Hamedan se encuentra el mausoleo de la reina Esther y su tío Mardecai donde descansan eternamente. Aunque durante siglos este lugar fue el más importante del peregrinaje judío dentro de Irán, la verdad es que hoy en día quedan menos de 100 judíos viviendo en esta ciudad, por lo que las “gracias” que se escuchan a través de apasionados rezos quedan cada vez más en silencio.

Mausoleo de Esther y Mardecai, antiguo lugar importante de peregrinación judía

Tumbas de Esther y Mardecai

Antigua inscripción en arameo, la lengua en la época de Jesús, dentro del mausoleo

Hamedan cuenta con otro mausoleo igual de interesante, aunque por fuera no es ni bello ni evocador (salvo que te guste pensar en un tanque de agua).

 
 

Lo que tiene de horroroso por fuera lo tiene de interesante por dentro, ya que estas paredes de hormigón protegen la tumba de Avicena (150.000R – 4,05€ por persona).

Si Hipócrates es llamado el padre de la medicina, Avicena es llamado el padre de la medicina moderna. Este médico y filósofo persa nació en 980 d.C. en Bukhara, ciudad persa de cultura y conocimiento, hoy en el actual Uzbekistán. Su padre falleció cuando él tenía 21 años, hecho que le marcó haciéndole deambular por varias ciudades del antiguo Imperio Persa hasta que un príncipe de Hamedan lo acogió.

El libro más influyente que escribió fue el Canon de la medicina, un libro de 5 volúmenes que aglutinaba todo el conocimiento médico de la época. Hay que recordar que en estos años en el mundo musulmán es donde mayores conocimientos se tenían sobre la medicina. Por mencionar un ejemplo, mientras en tierras musulmanas se operaban las cataratas de los ojos, en Europa los pacientes quedaban ciegos.

El Canon de Avicena fue el libro de referencia para varias escuelas europeas durante siglos.

 

Tumba de Avicena

 

Avicena falleció en Hamedan en 1037 d.C.

Hamedan guarda otros dos mausoleos del siglo XII aunque relativamente de menor importancia histórica. Uno es el Gonbad-e Alavian, originalmente mezquita y posteriormente transformada en mausoleo para la familia Alavian.

Mausoleo Gonbad-e Alavian del siglo XII

Interior del mausoleo

El otro mausoleo es el Borj-e Qorban.

 
 

Aunque humilde en construcción, es un importante centro de peregrinación local desde siglos atrás. Aquí está enterrado un escritor llamado Hafez Abol Ala.

En cuanto a templos religiosos, como curiosidad, hay una pequeña iglesia cristiana armenia. Lo que es hoy el país de Armenia antes pertenecía a Irán hasta 1828, por eso es que todavía hay comunidades cristianas en este país (aunque muy pocas). Esta iglesia es de 1932.

Iglesia armenia del siglo XX

Y así como en cada ciudad iraní, no nos podía faltar la mezquita del viernes. Ésta también es de construcción reciente (s. XIX), pero bien vale la pena visitarla si ya se han recorrido los otros monumentos y, sobre todo, si se quiere un momento de paz y en compañía de los buenos iraníes. Apenas al entrar nos regalaron unos refrescantes zumos.

 
 

Después de nos fuimos un rato a descansar al hotel. Ya habíamos visto todo y esta noche habíamos quedado con unos couchsurfers que habíamos conocido durante el día. Quedamos con ellos y la familia de uno de ellos para hacer picnic durante una agradable noche en uno de los múltiples parques de Hamedan. Comimos maíz asado, kebab, ensalada, mucha fruta y té.

Familia de nuestro couchsurfer

Compartir un viaje con couchsurfers hace que la experiencia sea más enriquecedora, ya que permite conocer aspectos de la cultura que de otra forma un viajero difícilmente conocería.

Nuestros couchsurfers de Ardebil y Hamedan no podían ser más opuestos. Mientras el primero bebía alcohol y se definía a sí mismo como ateo, el segundo era un hombre sumamente religioso y de creencias muy estrictas respecto al Islam y cómo deberían de ser los comportamientos en sociedad. Mientras el primero le pedía a María que se quitara el velo en su casa, el segundo le reprendió si no tenía una camisa aún más holgada.

Estando en el parque me topé con un dilema moral/cultural. Estaba yo solo ya que había ido al baño, cuando en eso, al salir, veo ante mis ojos a una mujer cubierta de pies a cabeza con su chador negro, cómo cae de bruces ya que el pie se le había atorado en una pequeña cuneta. Veo a la mujer totalmente en el suelo y visiblemente adolorida de su pie. Mi primera reacción fue acercarme a ayudar a levantarla. No obstante, se me vinieron a la mente todas las imágenes de lo que había visto y vivido anteriormente en Irán: mujeres que no me daban la mano para saludar o despedirse, mujeres que ni siquiera me volteaban a ver cuando hablaban con María y hablaban con ella sobre mí como si yo no estuviera ahí, hombres que no tocaban a María ni por error, y una larga serie de imágenes más se me vinieron a la mente durante estos dos segundos mientras me acercaba a la mujer que se encontraba en el suelo.

¿Qué debía hacer? ¿Poner por encima mi “obligación” moral de ayudar a una persona que lo necesitaba y ofrecerle mi mano para levantarla? La iba a “tocar” y estábamos en un lugar bastante conservador, ¿la violentaría con mi gesto? ¿O debería poner por encima las diferencias culturales y respetar la local aunque estuviera ella adolorida y dejarla en el suelo?

Aunque mi mente estaba con este debate interno a mil pensamientos por segundo, afortunadamente para el siguiente segundo ya había llegado el marido de la mujer y la ayudó a levantarse. Fue algo que me marcó y que no supe si hice lo correcto o no. Le pregunté a Reza (el couchsurfer y que tiene un nombre muy apropiado para su personalidad) sobre qué hacer en estos casos. Me dijo que hice lo correcto en no ayudarla, porque si no la hubiera tenido que tocar. Ante mi pregunta de qué hacer si yo hubiera sido la única persona alrededor, la respuesta de Reza fue clara y directa: “dejarla en el suelo”.

Quiero recordar que el caso de este couchsurfer es muy extremo, y definitivamente creo que no podemos extrapolar su lógica de razonamiento a la mayoría de la sociedad iraní. Si puse este caso aquí, para nada fue con el ánimo de influenciar en el lector y meterle ideas preconcebidas o que podrían ser muy cliché sobre Irán. Simplemente comento esta experiencia ya que se me hizo bastante particular culturalmente hablando. Mucha gente iraní que conocimos por el camino era más relajada en estos temas.

Sea lo que sea, y a pesar de un largo interrogatorio por parte de nuestro couchsurfer sobre a qué nos dedicábamos, cuánto tiempo llevábamos juntos, cuándo íbamos a tener niños (se daba por sentado que íbamos a tenerlos), y un largo etc, hemos de decir que pasamos una agradable velada con él, su familia, y el compañero viajero David que conocimos también por el camino.

Ya era de noche y era tiempo de volver a nuestro Yass hotel, ya que al día siguiente nos esperaba la carretera nuevamente. Esta vez nos dirigiríamos a Kermanshah.

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