Día 6: Takth-e Suleiman, lugar de la eterna llama de los reyes guerreros
El taxi privado nos costó 400.000R–10,80€ para llevarnos a Takth-e Suleiman desde Katab, estar ahí un par de horas (suficiente), y volver.
Takth-e Suleiman, cuyo nombre significa el Trono de Salomón, es uno de los lugares santos más interesantes y místicos de Irán. Situado en un valle rodeado de montañas, dentro de sus murallas tiene un pequeño lago de una misteriosa belleza.
Las aguas del lago son alimentados por un pequeño manantial oculto que se encuentra al fondo. Lugares como estos eran conocidos en tiempos legendarios como portales al inframundo, o moradas de espíritus terrenales. Y es por este motivo que quizás los antiguos decidieron hacer de Takth-e Suleiman uno de los santuarios más poderosos de toda la antigua Persia.
En época sasánida (224 d.C - 651 d.C.), a Takth-e Suleiman se le conocía como Shiz o Adur Gushnasp, que se traduce del persa como “fuego de los reyes guerreros”. Se levantó un enorme templo zoroastra donde la llama de fuego ardió durante siglos sin nunca apagarse.
Restos de una parte del templo zoroastra Adur Gushnasp
En toda Persia existían 3 grandes templos del fuego, o templos zoroastras, siendo Adur Gushnasp uno de ellos. Los otros 2 eran Adur Farnbag (se cree que se encontraba en la región de Pars, corazón del imperio persa) y Adur Burzen-Mihr (localizado en el noreste del actual Irán). Estos 3 eternos fuegos - Adur Farnbag, Adur Gushnasp, y Adur Burzen-Mihr - representaban las 3 clases sociales principales de la sociedad zoroastra: sacerdotes, reyes guerreros, y agricultores.
Adur Gushnasp fue un centro urbano con miles, o decenas de miles de habitantes. En la jerarquía social, seguramente los sacerdotes del templo, así como sus administradores, estarían en la parte más alta de la pirámide. Estos se encargarían de mantener siempre viva la flama del templo, así como de realizar rituales y ceremonias religiosas. Adur Gushnasp atrajo a miles de peregrinos al año, que venían hasta aquí desde lugares lejanos para pedir favores a su dios y a los sacerdotes, así como a realizar sacrificios. Esta presencia de peregrinos, y las necesidades del templo, generaría una actividad económica para artesanos y mercaderes.
Túneles debajo del templo Adur Gushnasp, donde solamente el paso de los sacerdotes estaba permitido
Es sobre esa piedra donde se encontraba la eterna flama. A este lugar le estaría permitida la entrada solo a reyes, sacerdotes y pocos elegidos más
Debido a que Adur Gushnasp era un centro religioso de gran relevancia, y que este templo fue levantado en honor a los reyes guerreros, esta pequeña urbe recibió visitas de los reyes sasánidas, sobre todo antes de ir a una guerra, ya que buscaban bendiciones y el favor divino antes de luchar.
Es por este motivo que en Adur Gushnasp se construyó también un enorme palacio para la estancia de los reyes. El palacio fue construido en las inmediaciones del templo, para simbolizar la unión entre lo religioso y lo político. Además, la grandeza de este palacio también sirvió para reforzar el derecho divino del rey para gobernar, así como la importancia del templo como centro religioso y político.
Salón del trono. Las escaleras indican el lugar donde se encontraba el trono sasánida
Gran sala de audiencias del rey. Aquí se reuniría con diplomáticos y súbditos
Dentro de este complejo, hubo espacio para una diosa más: Anahita, antigua diosa persa, diosa del agua, la fertilidad y la cura. A ella se le rezaba también con ceremonias religiosas donde se le pedía el bienestar de la comunidad y los recursos naturales.
Templo de Anahita. Probablemente en este lugar habría agua como representación de la diosa
A principios del siglo III d.C., a comienzos de la época Sasánida, se fortificó toda la meseta con unas enormes murallas de 20m de altura y 38 torres de vigilancia (aunque actualmente se conservan 36), con el fin de proteger este importante templo zoroastra y el palacio.
Murallas de Takht-e Suleiman, o Adur Gushnasp, como se le conocía al lugar en época sasánida
Hombre en moto pasando al lado de las imponentes murallas sasánidas del siglo III d.C.
La mayoría de las construcciones que vemos hoy en día del templo y el palacio se las debemos a los reyes Khosrow-Anushirvan (531-579 d.C.) y Khosrow II (590 – 628 d.C.).
Pero si pensamos que esto es antiguo, hay que tomar en cuenta que Adur Gushnasp ya era un lugar religioso desde mucho antes de la llegada de los reyes sasánidas. Al parecer, los restos más antiguos se encuentran en la montaña de al lado, que por su peculiar forma y su cráter que tiene adentro de más de 100m. de profundidad, le confirió una mística e importancia. Esta montaña se llama Zendan-e Suleiman y al parecer aquí ya se rezaba a deidades locales desde antiguas épocas.
Ascenso a la montaña Zendan-e Suleiman
Desde tiempos del imperio parto (247 a.C. a 224 d.C.) ya se había establecido aquí el templo del fuego, pero no sería hasta la época sasánida que Adur Gushnasp crecería en importancia, y donde las antiguas edificaciones de arcilla se modificarían por las de piedra que podemos ver hoy en día. Por lo tanto, Adur Gushnasp fue un lugar de peregrinaje durante casi mil años.
En el siglo VII los árabes conquistaron Persia, llegándole el turno a Adur Gushnasp en aproximadamente el año 651. Los árabes fueron quienes le cambiaron el nombre y le pusieron Taskth-e Suleiman, que significa “el trono de Solomón”. ¿Por qué este nombre? No se sabe a ciencia cierta, pero sí se sabe que Solomón, a pesar de haber sido un rey judío, también es considerado como un profeta y mensajero dentro del islam. Y a Solomón se le asocia en el islam con el creador de cosas grandiosas. Por lo tanto, quizás cuando los árabes vieron la grandiosidad de Adur Gushnasp, pensaron que un lugar así solo podría ser digno para el trono de un gran rey, como Solomón.
El gran templo del fuego sería uno de los primeros lugares a donde se dirigirían los árabes, al ver este lugar como la morada de un dios infiel. No hay indicios de que hubiese sido convertido en mezquita, pero tampoco parece ser que hubiese sido destruido, puesto que ha llegado hasta nuestros días, así que probablemente se le dio algún otro uso a esta edificación. Pero los árabes forzarían la conversión del zoroastrismo al islam. Poco a poco, con el paso del tiempo, Takht-e Suleiman fue perdiendo su relevancia ante otros nuevos centros educativos y religiosos musulmanes.
El tiro de gracia de esta antigua urbe fue la llegada de los mongoles en el siglo XIII. Para este entonces Takth-e Suleiman había perdido su importancia, y quizás estuviese medio en ruinas desde las conquistas árabes. Aún así, parece ser que los mongoles construyeron algunos edificios y utilizaron Takth-e Suleiman como centro administrativo.
Restos de edificaciones mongolas
Desde el siglo XVII el lugar quedó abandonado por razones desconocidas. Y a partir del 2003 Takht-e Suleiman se registra como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Su entrada cuesta 150.000R - 4€.
Llegaba el momento de dejar Takth-e Suleiman para dirigirnos a nuestro siguiente destino: Hamedan, que tiempo ha, era la gran Ecbatana, ciudad capital de imperios, cruce de caminos de grandes ejércitos para dirigirse a ciudades como Baghdad, y lugar donde épicas figuras históricas estuvieron, como Alejandro Magno.
Así como para llegar a Takth-e Suleiman fue una aventura donde mil variables fuera de nuestro alcance entraban en juego, para salir de este yacimiento también fue una hoja en blanco. Así que esa hoja la comenzaremos a llenar con el relato de cómo hicimos nosotros para salir de aquí, pero recordando que miles de opciones pueden pasar. ¡Y hey! ¡Esto es Irán! ¡Un lugar donde cuando te levantas nunca vas a saber dónde vas a terminar al final del día! Así que, simplemente hay que dejarlo fluir.
Para salir de Takab (nuestro punto de origen) la gente de la calle nos dijo que lo mejor era tomar un taxi compartido, así que nos dirigimos a una especie de estación de taxis compartidos (Takab es muy pequeño, por lo que si llegáis a estar perdidos en estos confines de la tierra y preguntáis a cualquiera en la calle sabrá deciros dónde está). Así que, ¡ahí estuvimos! Esperando un par de horas hasta que tuviéramos compañeros de viaje.
Finalmente Jan (un boxeador iraní en sus cuarenta años) y Taher (su joven amigo) serían nuestros compañeros de viaje durante este trayecto de una hora hasta Bijar. Jan y Taher son migrantes que, así como unos afganos que vimos corriendo por el desierto iraní para no ser vistos, o como el tren lleno de migrantes en situación irregular (ninguna persona debería ser considerada ilegal) cruzando la frontera entre Kazajistán y Uzbekistán, estos también simplemente están buscando una vida mejor. Estos iraníes viven en Almaty, Kazajistán y envían cada vez que pueden unos tenges kazajos a sus familias rezagadas en Irán.
El taxi nos dejó en Bijar (80.000R – 2,15€ por persona). Lo siguiente era ir al otro lado del pueblo porque de ahí salen los taxis compartidos hacia Qozveh. Nosotros llegamos a través de un chico que nos llevó, aunque no sabemos por cuánto, ya que nuestro nuevo amigo boxeador le pagó por nosotros. Pero Bijar es tan pequeño que seguramente no tendrás problema en que te lleven gratis.
Al poco tiempo ya estábamos en nuestro taxi sentados de Bijar a Qozveh (otra hora, otros 80.000R – 2,15€ por persona). De copiloto un chico tímido que iba callado todo el tiempo. En el asiento de atrás María en un extremo, yo en medio, y a mi derecha un mullah de turbante blanco, con las cuentas de su rosario pasando entre su dedo pulgar e índice en una mano, y con su móvil en la otra. Ah, y de conductor, un iraní loco que gustaba conducir a velocidades extremas y casi siempre utilizando el carril contrario. Una pequeña carretera en un vasto territorio. En eso, en sentido contrario, nos pasa una motocicleta que llevaba atada una guadaña como la de la muerte...
Qozveh es una ciudad mucho más grande que Bijar, pero igualmente la estábamos utilizando solo de paso para llegar a Hamedan. Después de mucho regateo y discusiones con gente en una rotonda, pactamos otro taxi compartido, esta vez sí con destino a Hamedan finalmente, por 80.000R (2,15€) también por una hora.
Llegamos por la tarde y un tanto cansados de tanto taxi y andar negociando precios, por lo que esta tarde la dedicamos para deambular por las calles de Hamedan y simplemente sacarle su sabor ¡y literalmente! Ya que por sus calles nos regalaron uvas, una coca-cola, ¡y un pan enorme!
Nos percatamos también de la arquitectura curiosa que tiene la plaza central de Hamedan (Meydan-e I. Khomeini). Nos recordó un poco a un estilo arquitectónico británico en sus colonias indias.
Plaza central de Hamedan
Para dormir elegimos el hotel Yass, sobre la calle Shohada a unos cuantos pasos de la plaza Imam Khomeini.
La habitación doble para dos personas con baño y sin Internet cuesta por noche 750.000R (20,25€).
Bueno, momento de dormir para mañana contarles un poco de historia sobre este lugar y los monumentos que tiene para visitar.