Día 1: Qazvin, lugar de eterno descanso de un hijo de un sucesor del Profeta

Estábamos en el avión un tanto adormilados. Eran como las 3.30 de la madrugada cuando la voz del piloto nos indica a través de los altavoces que estamos a punto de aterrizar en suelo iraní. Cuando entreabro los ojos, veo que las mujeres comienzan a ponerse sus velos. Algunas de manera presurada. Otras con desdén. Siguiente escena: un hombre con espesa barba negra en el aeropuerto hojea mi pasaporte y al ver un sello de Estados Unidos, me pide explicaciones de por qué fui a ese país. Siguiente escena: grandes fotografías del Ayatolá Khomeini y actual Ayatolá Khamenei sobre el carrusel del aeropuerto para recoger las maletas. Siguente escena: el llamado a la mezquita para orar mientras cogíamos nuestro equipaje.

Definitivamente ya habíamos llegado a Irán.

El aeropuerto internacional Imam Khomeini (IKIA) es donde llegan los principales vuelos del extranjero. Está a unos 60 kilómetros de Teherán. Según habíamos visto por Internet había autobuses y metro para llegar a la ciudad, pero nosotros no encontramos nada, así que nos fuimos en taxi. Para ello, primero tuvimos que cambiar algo de dinero en el aeropuerto. Verás oficinas de banco pero ellos no cambian. En la segunda planta de llegadas hay una pequeña casa de cambio. Cuando nosotros fuimos 1€ equivalía a 37.000 riales, pero la moneda fluctúa tanto que los precios que pondremos aquí serán tan solo orientativos.

El taxi que nos llevó a Teherán costó 600.000 riales (16€) y tenemos entendido que es un precio fijo. Nosotros le pedimos al taxista que nos dejara directamente en la estación de autobuses de Azadi Square, en la West Terminal, ya que de ahí salía nuestro autobús hacia Qazvin, nuestro primer destino.

La distancia entre Teherán y Qazvin son 150 kilómetros, y cada billete nos costó 60.000R (1,60€). El sol comenzaba a salir y nuestro autobús también.

Al llegar a Qazvin nos encontramos con la primera sorpresa de muchas que nos encontraríamos: en repetidas ocasiones los autobuses no llegan y no salen de las estaciones de autobuses, sino que te dejan en glorietas o sobre la carretera. Nosotros éramos novatos en esto y ahí estaba el conductor, diciéndonos que nos bajáramos a mitad de la carretera en las afueras de Qazvin. Sin entender bien el qué sucedía, cogimos nuestras mochilas y nos bajamos resignados. El conductor nos dijo adiós con una sonrisa en la boca.

Un taxi desde donde nos dejó el autobús al centro de la ciudad nos costó 20.000R (0,50€). Lo primero que hicimos fue buscarnos un hotel dónde podernos pegar una ducha y dejar las mochilas. Nuestro hotel fue el Hotel Irán (en Azadi Square – 1.350.000R por noche la habitación doble con baño y wifi – 36,50€).

Al salir del hotel, nos encontramos con el bullicio de cualquier ciudad iraní: motos circulando, coches tocando el claxon en todo momento, voces y más voces, y encima de todo ese barullo, una voz que jamás podía faltar y que decía las siguientes palabras: “hello mister, where are you from?”.

Qazvin es una ciudad poco monumental pero buena base para ver el castillo de los Asesinos del cual os hablaremos más abajo. Durante el siglo XVI esta ciudad fue la capital de Irán, orgullo que le duró poco, ya que después de 50 años el Sha Abbas I transfirió la capital a Isfahán.

Antaño la ciudad se encontraba protegida por unas murallas que hoy en día ya no existen, aunque aún quedan en pie algunas de sus puertas.

La Puerta Darb-e Koushk

La Puerta Vieja de Teherán

Ambas puertas son de época Qajar. Esta época proviene de una familia de origen turco que gobernó Irán de 1785 a 1925.

Siguiendo con nuestro camino, nos encontramos con unos baños turcos llamados Gajar, y construidos por Amir Goone Khan Gajari en 1636. El coste por entrada son 50.000R (1,35€) y dentro de los baños verás decenas de maniquíes que muestran a diferentes grupos étnicos del actual Irán.

Después de aquí nos dirigimos al caravasar Sa ́d al-Saltaneh, considerado como el caravasar más grande dentro de una ciudad de todo Irán. Los caravasares eran lugares de reposo para las caravanas que hacían largos viajes (ya fuera por comercio, militar o peregrinaje). El viajero podía ahí dormir, recibir alimentos y también guardar sus mercancías. Podría decirse que eran los antepasados de nuestros hoteles.

Los caravasares predominaron y fueron clave sobre todo para la solidificación de rutas comerciales, como la mítica Ruta de la Seda. El caravasar que hoy visitamos es de época Qajar y ha ido creciendo de tal magnitud que hoy en día ahí se encuentra el bazar, la Mezquita del Profeta y cientos de rincones y callejuelas donde lo rico es perderse en ellas.

Interior de uno de los mercados del caravasar Sa’d al-Sataneh

Detalle de los tejados del caravasar

Mezquita del Profeta, adherida al caravasar Sa’d al-Sataneh

La mezquita que aquí encontramos es la Mezquita del Profeta. Aunque su construcción original es de época Safávida (1501- 1736), fuertes reformas que tuvieron lugar en el siglo XIX hace que su arquitectura original se haya perdido.

Las mezquitas persas están conformadas siempre por un patio central cuadrado y cuatro iwans en cada lado. Un iwan es una puerta para entrar a una parte del recinto.

Iwan

Otro monumento de época Safávida es Ali Qapu. Este nombre hace referencia a los palacios que construyeron los reyes safávidas en diversas ciudades iraníes.

En el siglo XVI, la Persia safávida y el Imperio Otomano eran las dos mayores fuerzas en Oriente Próximo y ambos estaban en constante lucha buscando expandir su territorio.

Palacio Chehelsotoon. Los gobernantes persas fueron desplazando su capital cada vez más hacia Oriente, por temor a ser invadidos por los otomanos

Cuando los persas fueron derrotados por los otomanos en 1639, se vieron obligados a mover su capital de Tabriz a Qazvin, y posteriormente de Qazvin a Isfahán (cada vez más hacia el Este, es decir, alejados de la amenaza otomana) con el fin de evitar su ocupación. En cada una de estas ciudades los reyes safávidas construyeron sus palacios, y es éste el que podemos ver todavía hoy en día en Qazvin.

Chehelsotoon (palacio de las 40 columnas), es el único palacio en pie de un complejo palaciego que existía en la ciudad. Aunque la primera planta es de época Safávida, la segunda es de época Qajar.

Este palacio alberga hoy en día un museo de caligrafía.
Otra parte de este complejo palaciego que aún queda en pie se encuentra más al sur, ahí donde comienza la calle Sepah, supuestamente la más antigua de toda Qazvin.

Antigua y única puerta en pie que era para entrar al complejo palaciego

Si avanzamos por toda la calle Sepah, nos encontraremos con la mezquita del viernes. Aunque su arquitectura actual es de época Safávida, su construcción original data del 1106 al 1153, y se erigió sobre un antiguo templo del fuego zoroastriano.

La Mezquita del Viernes fue construida sobre un antiguo templo zoroastriano

Nuestro siguiente monumento es el imamzade de Hussein. Pero para ponerlo en valor, es necesario que primero os contextualicemos un poco de la religión principal de Irán: el Islam chiita. El Islam fue fundado en el año 622 d.C. por el Profeta Mohammed. Él recibe en sus manos, por parte del Arcángel Gabriel, el Corán, libro sagrado del Islam donde está la palabra de Dios.

Hasta aquí todo bien. No obstante, al morir el Profeta Mohammed el problema vino con quién iba a ser su sucesor. Aquí es donde se crea la división del islam entre sunitas y chiitas. Por un lado, los que llegarían a ser los futuros sunitas querían que fuera Muhawiya, un elegido, mientras que los que irían a ser los futuros chiitas querían que fuera un familiar del Profeta Mohamed, en este caso Alí (primo y yerno del profeta). Ambos bandos comenzaron a luchar hasta que una tregua se zanjó en 657 d.C. y Alí quedó proclamado como sucesor. No obstante, cuatro años después Alí fue asesinado mientras rezaba, quedando Muhawiya como el sucesor. Este sería el punto de no retorno y aquí comenzaría el cisma del Islam, quedando los suníes de un lado y los chiíes del otro, creando confrontaciones constantes (en ocasiones bélicas) que se suceden hasta hoy en día.

Para los chiitas hay 12 imames que han sido los sucesores espirituales y políticos del Profeta Mohammed desde su muerte (aunque todavía se espera la llegada del duodécimo). Los suníes no creen en estos imames.

Según fuentes chiíes, la mayoría de imames han sido asesinados por califas suníes y las tumbas de todos salvo uno se encuentran en Iraq y Arabia Saudí (países sunitas). El único que está enterrado en suelo iraní es el octavo imam llamado Reza, en la ciudad de Mashad, ahora convertida en ciudad santa. La tumba de Reza recibe millones de peregrinos cada año.

El imam Reza se encontraba pasando por Qazvin con su hijo en el siglo IX. El hijo cayó enfermó y murió en este lugar en el año 816 d.C. Siglos después le construyeron un imamzadeh y es ésa nuestra siguiente atracción.

Imamzadeh es el equivalente a un mausoleo, pero se utiliza esta palabra solamente para los descendientes de imames.

Al mirar su entrada, con sus pequeños seis minaretes revestidos de azulejos y una cúpula que se asoma por detrás, nos recuerda a todo aquel imaginario de las Mil y una noches persas.

El imamzadeh original fue fuertemente destruido durante las invasiones mongolas, por tanto, lo que vemos actualmente es una restauración. La madera en la fachada es de 1403, mientras que el resto del edificio es de época Safávida y Qajar.

El Imamzade Hussein fue destruido durante las invasiones mongolas en el siglo XIII

Dentro se encuentra la tumba de Hussein, hijo del octavo imán Reza.

Dentro de este imamzadeh, como de muchos otros monumentos religiosos, veremos que están recubiertos por millones de pequeños espejos, lo que da una ilusión óptica bastante hipnótica como maravillosa.

Tumba de Hussein

Según cuenta la leyenda sobre el origen de esta decoración con millones de espejos es que durante el Imperio Persa los persas importaban espejos de otros sitios. No obstante, era muy común que les llegaran los espejos rotos. ¿Qué hacían con ellos? A alguien se le ocurrió la gran idea de aprovecharlos para decorar interiores.

Era tarde y no habíamos comido nada todavía. Así que nos dirigimos al restaurante Eghbaly, donde el menú con comida tradicional nos costó 222.000R por persona (6€). El restaurante se encuentra en la calle Ayatollah Taleqani y os lo recomendamo por su sabor. Este restaurante, como muchos otros en Irán, tiene un sistema un tanto curioso de servir. El camarero estará viniendo con platillos y poniéndolos sobre la mesa uno tras otro. Si hay alguno que no quieres, mejor decirlo, ya que al final te los pueden cobrar todos.

El resto del día lo utilizamos para callejear las calles de Qazvin y acostarnos temprano, ya que había sido un largo día y al siguiente había que madrugar para ir a ver el Castillo de los Asesinos.

Hombre paseando con un cartel del Ayatollah Kahmenei al lado

Detalle de azulejos en un monumento de Qazvin

Mujeres paseando con una pequeña niña que todavía puede mostrar partes de su cuerpo antes de ser privada por las estrictas leyes iraníes

Mezquita del Profeta, al anochecer

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