Día 4: Turkestán y Sauran, ciudades centenarias

Cercana a las fronteras de Uzbekistán y Kirguistán se alza Turkestán, una joya de la Ruta de la Seda (y la única), que se encuentra en Kazajistán. Ésta es un imán que atrae a numerosos viajeros de la vecina del sur Uzbekistán, que se encuentra tan solo a 165 km de distancia.

Desde el tren, las verdes estepas ya habían quedado atrás, para ahora convertirse en un panorama más bien árido y seco, al estilo uzbeko. Ya no había más personas rubias con rasgos rusos como en Almaty; todas eran más bien ahora con rasgos asiáticos y mongoloides, vendiendo frutas y verduras en el andén, o caminando de un lado para otro con enormes sacos sobre sus espaldas.

Nos bajamos del tren y entramos a la deteriorada estación, que se encontraba semi-desierta por dentro, por lo que aprovechamos para comprar nuestro boleto para el día siguiente a Tashkent, Uzbekistán. El aire aquí es más pesado y pareciera como si el tiempo se hubiera detenido. No hay ese bullicio de ir y correr que uno se encuentra en Almaty. Entre el polvo de la estación, nos dirigimos hacia la taquilla para comprar el billete. Afortunadamente una amable mujer kazaja nos ayudó con el idioma.

El boleto de Turkestán a Tashkent cuesta 6.000 Tenges (30 €).

Salimos de la estación de tren y tomamos un taxi para que nos dirigiera hacia la ciudad, que está a unos 5 kilómetros.

Turkestán es sumamente pequeña. Básicamente la zona turística comprende un par de calles. Le pedimos al taxista que nos dejara en el hotel Sabina, un hotel que tiene 2 precios, dependiendo si te quieres quedar en la planta baja o en la primera. En el bajo la habitación doble cuesta 2.000 Tenges (10 €) y en el piso superior la habitación cuesta 3.000 Tenges (15 €). La diferencia recae en que la habitación del bajo es más pequeña, no tiene escritorio, está más sucia, y el baño no tiene retrete (hay que hacer las necesidades de uno en cuclillas) y sin agua, por lo que después tienes que llenar una cubeta para que “todo” se vaya bien por el agujero (el baño de la habitación de arriba sí tiene retrete y con cadena para tirar).

En fin, a pesar que ya estábamos en las últimas de nuestro viaje y cansados, nuestra billetera fue la que terminó imponiendo las normas, por lo que al segundo siguiente ya estábamos llenando cubetas.

Estábamos solos en el hotel. Tan solos, que incluso a veces en la recepción no había nadie. O si teníamos suerte, encontrábamos a algún hombre en ropa interior tras el mostrador y con un ventilador apuntando hacia su sudorosa cara mientras él plácidamente dormía. Salimos sigilosamente para no despertarlo, abrimos las puertas del hotel, ¡y hacia el mausoleo de Yasaui nos fuimos!

Mausoleo de Kozha Ahmed Yasaui

Turkestán, cuyo nombre literalmente significa “tierra de los turcos”, fue originalmente establecida en el siglo VI d.C. por nómadas túrquicos (es decir, que hablan la lengua turca, y que siglos después fundarían el país de Turquía), quienes fueron asentándose aquí con sus carpas y animales, convirtiendo así este lugar poco a poco en una parada para las caravanas que comerciaban por la Ruta de la Seda.

En el siglo XII llegó a Turkestán Kozha Ahmed Yasaui, uno de los hombres musulmanes turcos más santos. ¿En qué consistió su relevancia? En que supo comunicar su sabiduría filosófica a través de un idioma simple y llano al ciudadano común de a pie. Incluso, se le atribuye haber convertido al Islam a miles de turcoparlantes, y gracias a esto hoy en día Turkestán está considerada como la capital espiritual del mundo túrquico.

Ahmed Yasaui murió en 1166 y su pequeña tumba se convirtió en lugar de peregrinaje. Un par de siglos más tarde, en 1390, el gran conquistador Tamerlán decidió que esa pequeña tumba no era digna para alguien del calibre de Yasaui, por lo que mandó construir un inmenso mausoleo que no tiene nada que envidiar a los que se encuentran en Samarcanda.

Estas especies de “cuadros” en tonos azules claros y obscuros, realmente es caligrafía árabe que pone “Mohamed”, en clara referencia al Profeta Mohamed, iniciador de la religión musulmana en el siglo VII

La entrada a este sitio no tiene coste, pero debes considerar que estás entrando al lugar más sagrado de todo Kazajistán, y donde la mayoría de sus visitantes están aquí por peregrinaje religioso, por lo que debes mostrar respeto en su interior estando en silencio, y las mujeres cubriéndose la cabeza con alguna pañoleta (lo importante es simplemente taparse el pelo).

El mausoleo de Koza Ahmed Yasaui es lugar de peregrinaje hoy en día

El mausoleo por dentro tiene 2 plantas y 34 habitaciones. Cuenta con un kazan (pila) de 2 toneladas que Tamerlán donó para poner agua bendita. La tumba de Yasaui se encuentra al final de la cámara principal, detrás de una puerta de madera ornamentada.

Una vez fuera, visto por el frente, notarás que el mausoleo está sin acabar.

La falta de azulejos y minaretes demuestra que el mausoleo quedó inconcluso

La razón de esto es que Tamerlán falleció antes que las obras pudieran ser concluidas, por lo que los trabajadores de aquella época decidieron dejar la gran obra inconclusa. Aún así, su imponente fachada de 40 m. de altura no puede dejar de impresionar a las minúsculas personas que pasean en frente de ella.

Durante los siguientes siglos ningún gobernante tuvo el interés de terminar tan faraónica obra. No obstante, en el siglo XIX, el Khan de Kokand (hoy en día Uzbekistán) decidió utilizar el mausoleo como una fortaleza, por lo que le construyó unas murallas alrededor.

Murallas del siglo XIX que completan la “fortaleza” Koza Ahmed Yasaui

En frente del mausoleo Koza Ahmed Yasaui, se encuentra otro considerablemente más pequeño y que pertenece a Rabiga-Sultan Begum, nieta de Tamerlán.

El mausoleo Koza Ahmed Yasaui y Rabiga-Sultan Begum frente a frente

Este pequeño mausoleo perteneció a una de las nietas de Tamerlán

 

Mausoleo Rabiga-Sultan Regum en primer plano

 

En este mismo complejo se encuentra una mezquita semi-enterrada del siglo XII. Desafortunadamente no se pueden hacer fotos por dentro, pero bien vale la pena entrar a verla. Dentro, contiene una recámara que supuestamente fue donde Yasaui se retiró y pasó sus últimos momentos de su vida.

La hora de comer se aproximaba, por lo que decidimos buscar algún sitio dónde comer, lo cual no tiene mucho reto si consideramos que en esta zona solo hay un par de lugares para elegir: el Kafe Aspan y el Kafe Safari. Nosotros nos decantamos por este último ya que era el que más cerca se encontraba de los mausoleos. Es un pequeño restaurante familiar con mesas al aire libre y en espacio cerrado. El servicio es bueno y la comida aún mejor. Si vienes aquí te recomendamos pedir plov.

Definitivamente el Kafe Safari es un excelente sitio para refrescarte y cargar baterías para las próximas aventuras...que por cierto, éstas se llamarían Sauran.

Sauran es una ciudad de la antigua Ruta de la Seda. A pesar de haber sido ciudad capital en el S. XIV hoy poco queda en pie de esta ciudad. Para los amantes de la arqueología, como quiera bien vale la pena visitar este lugar.

La única manera de llegar a él es contratando un taxi. Nosotros lo arreglamos desde nuestro hotel. Tuvimos que volver y despertar al recepcionista para que nos llamara a un taxi. Asegúrate que te entienden que quieres ir a la antigua fortaleza y no a la villa moderna, que también tiene el mismo nombre. “Fortaleza” en kazajo se dice “krepost”, por lo que entonces sería “Krepost Sauran”. Un taxi de ida y vuelta debería costar alrededor de 3.000 Tenges (15 €). ¡Acuérdate de regatear! Porque aquí no es Almaty y conforme más al sur se va por esta zona, más se tiene que dominar este arte.

La fortaleza está a unos 40 kilómetros fuera de Turkestán. Cogerás una pequeña carretera que va entre desierto, y camiones viejos varados que podrían parecer abandonados por su estado, si no fuera porque los ves a rebozar de fruta (sandías, melones) y con gente a los lados de los camiones tocando la fruta, partiendo pedazos y probando, pasando dinero de manos, etc.

Tendrás que cruzar la villa de Sauran, y a unos 13 kilómetros comenzarás a ver las ruinas a tu izquierda a lo lejos. Ahí es donde el taxista tendrá que salirse del camino e ir por terreno, pasando por debajo de unas vías de tren.

El lugar hacia donde te está dirigiendo el taxista son más que simples ruinas. Poco antes de la muerte de Genghis Khan en el S. XIII, este conquistador mongol dividió su imperio entre sus cuatro hijos: Ogodei, que se quedó con China y parte de Asia Central; Jochi había fallecido, así que la parte que le correspondía (sur de la actual Rusia) se dividió entre Batu, líder de la zona este del imperio, llamada Horda Azul; y Orda, gobernante de la zona oeste, conocida como Horda Blanca. Pues bien, en el S. XIV Sauran se convertiría en la ciudad capital de la Horda Blanca (que incluía territorios del oeste de Asia Central así como el suroeste de Siberia).

Hoy en día poco queda de esta ciudad medieval imperial. Lo poco que queda en pie son trozos de su antigua muralla que la defendía ante ataques externos.

Murallas de la antigua Souran

Subimos la pequeña colina y atravesamos sus murallas por una de las puertas que aun siguen en pie, con total tranquilidad. Otrora cruzar esta puerta en tiempos de guerra hubiera sido una verdadera odisea, donde una vez atravesada nos aguardarían grandes riquezas materiales para el pillaje y personas que pudiesen servir a un ejército o comercializarse como esclavos. Antes habría mercados vendiendo todo tipo de alimentos y animales; habría mezquitas, palacios y calles con toda la pompa de una capital imperial, incluidas sus intrigas y bullicio. Hoy en día solo hay yerbas abriéndose paso entre las piedras y buscando en este momento ser ellas las protagonistas de la historia.

Estuvimos como una hora recorriendo este sitio y después volvimos con nuestro amigo taxista para que nos llevara de regreso a Turkestán.

Era el atardecer en Turkestán, decidimos dirigirnos por última vez al mausoleo de Kozha Ahmed Yasaui para decirle adiós por última vez. Queríamos ver cómo los pequeños azulejitos se iban dorando conforme les pegaban los rayos horizontales del sol poniente.

El resultado fue simplemente espectacular.

Entrada al complejo donde se encuentra el mausoleo Koza Ahmed Yasaui y otros sitios de interés

 
 

Finalmente, cruzamos el jardín de rosas para subirnos a un trozo de la antigua muralla que aún sigue en pie. Desde ahí, tuvimos unas hermosas vistas de despedida...

Atardecer en Turkestán

Teníamos un poco de hambre y estábamos agotados. Así que decidimos ir a cenar algo y refrescarnos en...así es, adivinasteis, ¡en el Kafe Safari (al otro pobre Kafe ni le dimos oportunidad)! Y después de ahí nos dirigimos a nuestro hostal, ya que al día siguiente cruzaríamos fronteras rumbo al sur.

Anterior
Anterior

Día 3: de vuelta a las estepas

Siguiente
Siguiente

Día 5: dos países, una frontera y decenas de historias