Día 9: Khiva, la evocadora ciudad menos conocida de la Ruta de la Seda

Si uno ve pocos turistas en Samarcanda, verá algo menos en Bukhara, y en Khiva prácticamente no hay ninguno. Si en Samarcanda hace mucho calor, en Bukhara un poco más, y en Khiva es insoportable. Si en Samarcanda había estepas secas, en Bukhara estaba un poco más árido, en Khiva es casi desértica la vegetación. Si Samarcanda es una ciudad relativamente grande, Bukhara de tamaño regular, Khiva es más pequeña. Khiva es una ciudad a la que muchos extranjeros dejan de ir. Ya sea porque de Bukhara bajan a Turkmenistán, o porque de Bukhara deciden regresarse a Tashkent. Entre una cosa y la otra, Khiva suele dejarse de lado, aunque es una ciudad que bien vale la pena visitar, con tantos monumentos e historia como Bukhara o Samarcanda.

Khiva, de unos 50.000 habitantes, tiene un barrio histórico llamado Itchan Kala y que se encuentra rodeada por unas antiguas murallas. Todo lo que se encuentra dentro de estas murallas es lo que corresponde al antiguo oasis. Itchan Kala era la última escala que tenían las caravanas de la Ruta de la Seda, antes de adentrarse en las profundidades del desierto con dirección a Persia.

Khiva tiene unos 2.500 años de antigüedad y se distingue sobre otras ciudades de Asia Central porque sus laberínticas callejuelas transportan al viajero fácilmente a otra época debido a que se conserva todo el antiguo trazado en perfectas condiciones.

Las calles de Khiva con el antiguo minarete Islam Khoja al fondo

Hay quienes afirman que incluso esta ciudad fue fundada por Som, hijo de Noé (sí, aquél personaje bíblico que de acuerdo con la Biblia construyó un arca para salvar a la humanidad). Som cavaría un pozo a mitad del desierto para así poder obtener agua y saciar su propia sed y la de sus animales. Las caravanas comenzarían a detenerse en este lugar y beber de su agua fresca, ante lo que expresarían “Khey-vakh” después de una ardua jornada bajo el sol. Esa palabra podría traducirse algo así como “agua dulce”, y se piensa que es el origen del nombre de la ciudad: Khiva.

Casa del matemático Al-Khorezmy

Khiva es también mencionada en otros libros históricos como el Avesta de los zoroastras y en los libros del gran historiador griego Herodoto. Por aquí pasaron grandes pensadores, como por ejemplo el matemático Al- Khorezmy, quien nació en el año 780 d.C. y de donde proviene la palabra “algoritmo (ya que la palabra en árabe clásico se pronuncia como al-Kwarithmi)”. Se le considera el padre del álgebra y quien introdujo nuestro sistema numérico arábigo.

No obstante, al igual que muchas ciudades de Asia Central, Khiva fue destruida en 1220 por Gengis Khan y tardaría siglos en volverse a levantar.

Murallas de Khiva del siglo V a.C.

Ya desde época de Tamerlán (siglo XIV) Khiva era menos visitada que otras ciudades de la Ruta de la Seda como Samarcanda o Bukhara. Este lugar era un inhóspito oasis lleno de peligros con salvajes ladrones por doquier, por lo que eran pocas las caravanas que se aventuraban por aquí.

La gran parte de las cosas que hay que ver en Khiva, se encuentra dentro del Itchan Kala, por lo que el sistema para visitar esta ciudad es un tanto curioso pero práctico. Uno paga por entrar a la ciudad amurallada 19.000 soms (1,50 €) por dos días, y esto permite adentro visitar cualquier museo, mezquita o madraza totalmente gratis. Las subidas a torres o minaretes sí se cobran aparte, aunque suelen ser muy  económicas.

Estas murallas que rodean Itchan Kala fueron edificadas por primera vez entre los siglos V - IV a.C. y encierran dentro de ellas más de 50 monumentos como decenas de mezquitas, madrasas, mausoleos y otros lugares históricos, ¡todo en menos de 1 km cuadrado!

Las murallas conservan 4 entradas. La mayoría de los viajeros, como nosotros, comienzan por la Puerta Ata-Darvaza (o Puerta del Oeste), ya que es la única por donde se puede pagar la tarifa mencionada arriba.

Puerta Ata-Darvaza. Actualmente es la principal puerta para entrar a la ciudad

Después de pagar, lo primero que hicimos fue visitar el “Ark” de Khiva, llamado Kuhna Ark, que se encuentra justo a la izquierda según entras por la Puerta del Oeste. Ésta era la fortaleza y palacio de los canatos. Fue construida en el siglo XII y expandida en el s. XVII. Para finales del siglo XVIII esta fortaleza era una “ciudad dentro de una ciudad”, llegando a tener la oficina del Khan, una sala de audiencias, un harem, 2 mezquitas, una zona para acuñar monedas, establos, bodegas, talleres y lugares para ajusticiamientos.

Mezquita dentro de la fortaleza Kuhna Ark

Mezquita de Kuhna Ark

Mujer en la mezquita de Kuhna Ark

Salón del trono. Según se dice si el Khan mandaba a alguien salir por la puerta de la derecha era ejecutado, por la puerta de la izquierda era libre, y por la puerta del centro encarcelado

Cuando estés en este lugar, verás que en la esquina al fondo a la derecha del salón del trono hay una escalera, ésta lleva a la torre vigía que puedes subir pagando 1 dólar y tiene buenas vistas.

Vistas de Khiva desde la torre vigía de Kuhna Ark

Toda la mañana se nos fue viendo Kuhna Ark, por lo que ya era necesario encontrarse una buena excusa para sentarse a descansar, y esa excusa sería comer. Al lado de nuestro hotel había un buen restaurante de comida local llamado Bir Gumbaz. Tiene platillos tradicionales uzbekos y buenas vistas hacia el Itchan Qala.

Después de cargar nuestro combustible volvimos a entrar por la Puerta del Oeste, pero esta vez para dirigirnos hacia el minarete Kalta Minor (“pequeño minarete”), que definitivamente se ha convertido en el símbolo de Khiva. Es un minarete muy curioso de forma ya que es bastante gordo y bajo. Tiene 14,5 metros de diámetros en la base y una altura de 29 metros. El minarete está hermosamente decorado con azulejos y mayólicas con inscripciones coránicas.

Según cuenta la leyenda, el Khan Mohammed Amin quería construir un minarete tan alto ¡que se alcanzara a ver Bukhara desde lo alto (recordemos que esta ciudad está a 450 kilómetros)! El minarete Kalta Minor comenzó a ser construido en 1851, pero desgraciadamente el Khan fue asesinado en 1855 y es la razón del porqué el minarete quedó inacabado y el porqué de su peculiar forma. La altura que tenía prevista el Khan era que la torre tuviera hasta 110 metros de altura (el actual minarete más alto de Uzbekistán también está en Khiva y tiene 57 m. de altura).

Antes se podía entrar al minarete pero desafortunadamente hoy en día se encuentra cerrado al público. El edificio que está a un costado de él es la madrasa Mohammed Amin Khan (1845). Esta es la madrasa más grande de toda Asia Central, donde podían estudiar hasta 260 estudiantes a la vez. Hoy está convertida en un hotel de lujo. Aunque no estés aquí hospedado, puedes preguntar en recepción si te dejan pasar para ver la edificación por dentro.

La madrasa Mohammed Amin Khan reconvertida en un hotel de lujo

Minarete de la mezquita Juma

Nuestra siguiente parada sería la mezquita Juma. Aunque parezca imposible que uno se pueda cansar de la belleza de miles de azulejitos azules y blancos que adornan toda la arquitectura de Khiva, un cambio de estilo es también bien recibido. Y ese cambio lo ofrece la mezquita Juma, levantada en el siglo X. La mezquita por afuera no parece que tenga mucho que ofrecer, pero una vez que entras, te transportas rápidamente en el tiempo mientras tus ojos intentan adaptarse a la obscuridad de su interior, para paulatinamente ir apreciando un bosque de pilares de madera.

El interior está conformado por una sola habitación que es para rezar, que está totalmente a obscuras a excepción por la luz que entra a través de un hueco formado en el techo. Este techo está siendo sostenido por 218 columnas de madera, todas y cada una de ellas ricamente labrada. Estas columnas han sido labradas desde el siglo X hasta el XVIII, teniendo cada una de ellas patrones y formas diferentes según la técnica de la época.

Columnas de la mezquita Juma. Algunas de ellas tienen más de 1.000 años de antigüedad

Subir al minarete cuesta 1.000 soms y tienes buenas vistas desde arriba.

Minarete Kalta Minor visto desde el minarete de la mezquita Juma

Hasta aquí había llegado nuestro día. El resto de horas de luz lo utilizamos para vagar por las callejuelas y rincones de esta ciudad.



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