Día 2: cuando una piel de toro fundó uno de los mayores imperios

Los vestigios de la antigua Cartago se encuentran diseminados en varios kilómetros, e incluso a veces entre ruinas y ruinas hay barrios residenciales. Aún así, se puede ver en un día y recorrer todo a pie si se comienza desde temprano, cosa que hicimos Óscar y yo. 

Cartago se encuentra a 16,5 km de la ciudad de Túnez, por lo que podrás ir en taxi o, como hicimos nosotros, en el tren TMG (0,75 TND - 0,23 € ida). Tiene buen servicio y salen los trenes con mucha frecuencia. Hay 5 estaciones de tren que pasan por las ruinas de Cartago. Nosotros nos bajamos en la primera de ellas, Cartaghe-Salambo, que te deja cerca del cementerio fenicio llamado Tofet.

Se paga un billete único de entrada para ver todas las ruinas descritas abajo, con excepción de la Catedral Saint Louis. El billete para ver las ruinas de Cartago cuesta 10 TND - 3,12 €, y se compra en cualquier taquilla cercana a cualquier ruina.

Como ya se ha contado, Cartago fue fundada por la reina fenicia Dido, proveniente de Tiro, Líbano. Cuando ella llegó a lo que hoy es Túnez, estaban las etnias bereber gobernando. Ahí, Dido se entrevistó con el líder bereber, a quien según la leyenda, llegaron al acuerdo en el que Dido podría tener un territorio del tamaño que abarcara una piel de toro. Lo que hizo Dido, inteligentemente, fue cortar la piel en tiras, y poniéndolas una después de otra, logró así dar la vuelta a una pequeña colina que hoy se llama Byrsa, que es la que se aprecia en la siguiente foto llena de árboles. Por lo que Dido dijo que le correspondía toda la colina.

Dido amuralló la colina y desde lo alto fundaría la ciudad de Cartago, una de las mayores urbes del Mediterráneo. Actualmente todavía se conserva el puerto militar, desde donde salieron navíos a conquistar y comerciar con ciudades europeas.

Desde aquí salieron los fundadores de ciudades como Cartagena (227 a.C.) y según una leyenda, incluso de Barcelona (230 a.C.) , aunque no hay pruebas de la presencia cartaginesa por esta zona catalana.

En la colina Byrsa es poco lo que queda en pie de época fenicia o púnica (descendientes de fenicios).

E incluso algunas ruinas se mezclan ya con ruinas romanas como en la siguiente foto.

Si quisiéramos ver ruinas puramente fenicias, y aunque he de admitir que un poco macabras, deberemos dejar la colina y dirigirnos al tofet entonces.

Los tofets eran recintos sagrados ubicados a las afueras de las ciudades fenicias. Uno de los rituales de la religión fenicia eran los sacrificios humanos, especialmente de niños. No se sabe bien cómo los sacrificaban, pero se sabe que el fuego estaba presente. Según una crónica antigua, había una estatua de bronce del dios fenicio Baal con los brazos extendidos, donde se le colocaban los niños. Los brazos, ante el peso de los infantes, se bajaban y dejaban caer al niño a un pozo con fuego. 

Después del sacrificio, las cenizas de los niños eran puestos en urnas y enterrados en el suelo. Al principio se colocaba solo una piedra sobre el lugar del enterramiento, y después estelas. Curiosamente en la costa fenicia del Líbano no se ha encontrado ningún tofet, sino más bien en las colonias de estos. Hay tofets en Siria, Sicilia, Cerdeña, y otros lugares más. El de Cártago, es el más grande jamás encontrado, con una extensión originalmente de 6 kilómetros cuadrados, 9 niveles hacia el subsuelo, y más de 20.000 urnas funerarias encontradas con las cenizas de los niños.

En la biblia se menciona esta práctica fenicia de sacrificar niños para el dios Baal: Reyes II 23:10, Éxodo 22:29-30 y Jeremías 7:30-31. 

Ha existido mucho debate hasta la actualidad si los fenicios eran realmente unos sanguinarios asesinos de niños para sus dioses, o si simplemente los tofets eran lugar de entierro para los menores. Hay argumentos para un lado y para el otro, no obstante, en lo que todos coinciden, es que sacrificios infantiles sí llegaron a ocurrir en mayor o menor medida. Después de todo, en el tofet de Cartago todavía se conserva el altar donde se realizaban los sacrificios humanos. 

En su momento cúspide, Cartago era la ciudad estado más rica y poderosa del mediterráneo, tenía una población con grandes riquezas, y un puerto con más de 200 muelles para el comercio. Cartago no tenía rival, pues la vecina Roma todavía no era lo que llegaría a ser. 

Con el crecimiento económico y militar de Roma años después, fue inevitable el enfrentamiento con la cercana Cartago. El mediterráneo no era lo suficientemente grande para las dos ciudades. Las cuentas se saldaron con 3 guerras, conocidas como las guerras púnicas, que sucedieron entre 264 a.C. y 146 a.C.

Cuando estalló la primera guerra púnica (264 - 241 a.C.) Cartago controlaba toda la costa africana desde Marruecos hasta Libia, la costa sur española, las islas baleares, las costas de Córcega y Cerdeña, así como casi toda la isla de Sicilia. Roma tenía el poder solamente en la península itálica. La primera guerra fue por Sicilia. En la isla había 2 ciudades independientes de Cartago y Roma (Siracusa y Messina), y hubo un enfrentamiento entre ambas ciudades. Cada ciudad se alió con una potencia diferente de uno y otro lado del mediterráneo, por lo que al final Roma y Cartago se enfrentaron. Cartago perdió la guerra, y con ella toda Sicilia, por lo que ahora esta isla se convertiría en la primera provincia romana fuera de la península. 

Para la segunda guerra púnica (218 - 201 a.C.) Cartago seguia manteniendo toda la costa norafricana hasta Libia, las baleares y más de la mitad de lo que hoy es España. Mientras tanto, Roma había afianzado su poder en toda la península, Sicilia, Córcega y Cerdeña. Aníbal, un oficial del ejército cartaginés, había jurado a su padre venganza en contra de los romanos. Así que, estando Aníbal en España, atacó Sagunto, una ciudad aliada de Roma. Esto no cayó bien en el Senado romano así que la segunda guerra estaba servida. Aníbal decidió atacar por tierra a Roma, así que juntó a un ejército de 90.000 soldados, una caballería de 12.000 miembros, ¡y 37 elefantes! Con todo este ejército, incluidos los elefantes, atravesaron los pirineos primero, y luego los alpes, para entrar a la península itálica (¡imaginaos esa escena con los elefantes en las montañas!). Estuvieron los cartagineses 15 años luchando en la península itálica intentando llegar a Roma, pero jamás lo consiguieron. Los romanos atacaron el norte de África, por lo que Aníbal tuvo que regresarse y…finalmente Cartago perdió esta segunda guerra también.

Finalmente llega la tercera guerra púnica (149 - 146 a.C.). Cartago ya estaba agotada y tan solo reinaba en un territorio de tamaño similar a la actual Túnez. En cambio Roma gobernaba toda la península itálica, prácticamente toda la costa europea hasta el sur de España, las baleares, Córcega, Cerdeña y Sicilia. Cartago no tendría mucho qué hacer en esta guerra. La guerra estalló al Cartago intentar invadir un territorio aledaño aliado a Roma. Esta vez los romanos llegaron hasta el puerto cartaginés, destruyendo casa por casa de una ciudad que había resistido durante casi 700 años. Los 50.000 ciudadanos cartagineses que sobrevivieron a la masacre fueron vendidos como esclavos. Los romanos prohibieron construir sobre Cartago para intentar borrar así de la faz de la historia a esta ciudad. Sin embargo, Julio César en el año 44 d.C. reestableció a la ciudad como una colonia romana, y su sucesor, Augusto, continuó desarrollándola. 

Es por eso que hoy en día podemos ver tan pocos restos fenicios. Bueno, por eso y por otras ineptitudes más recientes, como la catedral Saint Louis (6 TND - 1,87 €), construida por los franceses en 1884 sobre las ruinas de un templo fenicio al dios Eshmun, dios de la curación, en la parte más alta de la colina Byrsa.

Por tanto, hoy en día de lo que más se puede disfrutar en Cartago son sus ruinas romanas. Y entre estas ruinas, unas de las más impresionantes son las termas de Antonino, que están entre las más grandes de la África romana.

Las termas fueron terminadas de construir en el 165 d.C., durante el reinado del emperador Antonino. 

Aunque estas ruinas nos puedan parecer impresionantes, hay que recordar que nos encontramos en el sótano, lugar destinado para las cañerías y sirvientes. Los baños tenían 3 niveles de altura y el techo estaba lleno de cúpulas, por lo que en su día debieron de ser realmente impresionantes.

No muy lejos de ahí, se encuentra el teatro romano (segunda mitad del siglo II d.C.), aunque se encuentra sumamente restaurado. En la siguiente foto, esos pequeños montículos de piedra a mitad de las gradas, y arriba del todo, es lo único original del teatro, el resto está reconstruido.

También cerca del teatro se encuentran las villas romanas, que son una serie de casas excavadas que fueron construidas sobre un cementerio fenicio de los siglos III y II a.C.

Mucho de esta zona se encuentra reconstruida, por lo que a veces me sentía más como si estuviera en un parque temático, pero al menos servía para darse una idea de cómo serían las villas romanas en África.

La casa blanca que se aprecia en la siguiente foto es la casa del presidente de Túnez.

Un tanto lejos de aquí, pero a distancia caminable, se encuentra el anfiteatro romano, del siglo I d.C. Según crónicas medievales era una impresionante estructura y considerado como uno de los más grandes de todo el imperio romano con una supuesta capacidad de 36.000 asientos, aunque hoy en día realmente es muy poco lo que queda en pie.

Es en este teatro donde fueron martirizadas Santa Perpetua, una rica mujer, y su esclava Santa Felicidad en el año 202 d.C por no haber adorado a los dioses paganos.

Aunque como habéis visto que lo que hoy queda son ruinas, la Cartago romana también debió de haber sido impresionante.

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