Día 1: Ammán, colina de reyes, emperadores, califas y dioses

Ammán, al igual que Roma, es una ciudad fundada sobre 7 colinas.

Actualmente toda la ciudad está cubierta por un constante manto color blanco o color arena, que son todas las casas y edificaciones modernas que envuelven las colinas.

La colina que más nos interesa es Jabal Al-Qal’a, la colina más alta de todas ellas, y que es donde la ciudad de Ammán tuvo sus orígenes.

Colina Jabal Al-Qal’a (con las columnas del templo de Júpiter sobresaliendo) es el lugar donde se fundó Ammán

Los asentamientos más tempranos de los que se tiene constancia en esta colina datan de la Edad de Bronce (3.200 - 2.000 a.C.). Desde esta época ya existía un recinto amurallado y Ammán se llamaba Rabbat Amón, que era la capital del reino de Amón.

En aquél entonces existían 3 reinos colindantes formando lo que hoy es Jordania: al norte el reino de Amón, al centro el de Moab y al sur Edom. Los orígenes de Amón y Moab son mencionados por primera vez en el antiguo testamento de la Biblia, en Génesis, y son bastante curiosos. Ahí se nos habla de Sodoma y Gomorra, aquellas 2 ciudades bíblicas que vivían del pecado. Tenemos a un personaje llamado Lot, quien era sobrino de Abraham. Lot vivía en Sodoma. Un día, 2 ángeles vienen a visitarlo. Entonces, los hombres de Sodoma rodean la casa de Lot y le exigen que saque a los 2 ángeles de la casa, que porque quieren tener relaciones homosexuales con ellos, a lo que Lot les contesta que no, que eso no lo puede hacer, pero que a cambio les puede ofrecer sus 2 hijas (Génesis 19:1-11).

Ante tanto pecado, Dios decide destruir ambas ciudades. Lot avisado previamente, huye con su esposa y 2 hijas (no sabemos cómo les fue con los hombres de Sodoma). En el camino, la mujer de Lot tuvo la osadía de voltear hacia atrás a ver cómo había quedado Sodoma después de la destrucción, por lo que Dios la convirtió en sal y murió. Lot se refugió en una caverna con sus dos hijas.

Según nos sigue contando el Génesis (19:30-38), las hijas estaban preocupadas porque pensaban que toda la humanidad había sido destruida y que ya no podrían tener más hijos. Entonces, piensan que puede ser buena idea emborrachar a su padre y tener sexo con él. La hija mayor tiene un hijo, que se llamaría Moab y fundaría Moab. Y la hija menor tendría también un hijo, llamado Ben-Ammi, y fundaría el reino de Amón.

Dejando a la biblia a un lado, el reinado de Amón era uno que vivía principalmente de la agricultura y el comercio. Los amonitas hablaban una lengua que se cree cercana al hebreo y son los que comenzarían a construir en la colina Jabal Al-Qal’a.

Seguramente esta colina tendría templos de los dioses amonitas, como Milcom y Molech. Aquí estaría también el palacio del monarca. Poco de esta época queda hoy en día. Lo más antiguo que se preserva en la colina de esta época es un lugar de enterramiento comunitario, datado del 2200 a.C.

Casi mil años después, alrededor del año 1000 a.C. subiría al trono un nuevo rey en Amón: Hanun.

A unos 100 kms de Rabbat Amón se encontraba otra ciudad mucho más poderosa: Jerusalén. El rey David, de Jerusalén, pensó que sería buena idea enviar una delegación para felicitar al nuevo rey. Así que ahí estaban los mensajeros, dejando atrás las murallas de Jerusalén y enfilándose hacia el Este, para cruzar el Río Jordán y llegar al reino de Amón.

Hanun pensó que los mensajeros eran espías, por lo que les cortó las barbas y las ropas. Los mensajeros regresaron humillados a Jerusalén y el rey David, enfurecido, decidió atacar Rabbat Amón (2 Samuel 10:1-5).

La ciudad de Rabbat Amón fue sitiada por los soldados israelitas durante un año, comandados por Joab. Mientras tanto, el rey David se encontraba en su palacio de Jerusalén, y al dar un paseo vio a una hermosa mujer llamada Batsheba, con la que se acostó y dejó embarazada. El problema es que Batsheba estaba casada, y el marido se encontraba luchando fielmente ante las murallas de Rabbat Amón.

David manda llamar a este soldado de vuelta a Jerusalén, y le dice que en compensación por todo su esfuerzo en la guerra, que vaya a su casa y se acueste con su mujer (David quería que tuvieran relaciones sexuales y así se pensaría que el embarazo era a causa del marido). Pero el soldado rehusó, arguyendo que no era justo que él estuviera acostado con su mujer disfrutando los placeres de la vida mientras sus compañeros estuvieran luchando a muerte. Entonces se regresó al campo de batalla, dejando al rey David con el mismo problema del principio.

Entonces, el rey David le ordena a Joab que ponga al soldado en cuestión en el frente de batalla, y que se asegure que muera en la contienda.

El soldado, llamado Uriah, moriría en frente de las murallas por una flecha (2 Samuel 11:16-24).

Murallas de Rabbat Amón

Esta historia es importante porque entonces Bathsheba tendría el hijo del rey David y lo criarían juntos. Este hijo sería Salomón, quien se convertiría en el sucesor del rey David y es quien construyó el famoso templo de Jerusalén, lugar disputado hoy mismo entre judíos y musulmanes.

Muro de los Lamentos, vestigio del Templo de Jerusalén

Cuando los amonitas fueron conquistados, el rey David mandó quemar a un número importante de la población en un horno de ladrillos en represalia.

A partir de aquí la historia de Rabbat Amón queda bastante difusa, por lo que poco se sabe sobre lo que le ocurre. Lo que sabemos es que después entrará en un periodo helenístico gracias a los sucesores de Alejandro Magno. Del 301 al 198 a.C. Jordania sería gobernada por los ptolomeos desde Egipto, y es cuando la ciudad cambiaría de nombre de Rabbat Amón a Philadelphia, gracias al gobernante ptolomeo Philadelphus. Y después la ciudad pasaría a manos de los selúcidas del 198 al 63 a.C. que gobernaron Jordania desde Siria. La ciudad mantendrá el nombre de Philadelphia (que significa “ciudad del amor fraternal”) hasta el año 635 d.C., cuando los árabes conquistan la ciudad y le devuelven su nombre semítico Ammón, o Ammán.

Con la llegada de los romanos en el 30 a.C. la antigua Philadelphia vivió una época de esplandor y desarrollo, y nuestra colina Jabal Al-Qala’a siguió siendo testiga de ello.

Templo de Hércules

Definitivamente uno de los vestigios más impresionantes de la colina es el templo de Hércules (161 - 166 d.C.).

Al parecer este templo fue construido sobre otro anterior dedicado al dios amonita Milkom.

El templo que vemos hoy en día se atribuye a Hércules por el descubrimiento de unos enormes brazos y manos de una estatua de mármol. Hércules era un dios reconocido por su extraordinaria fuerza física.

Mano de Hércules en frente de su templo

 

En la parte de abajo de la colina también podemos encontrar edificaciones romanas, como el impresionante teatro, mandado a construir durante el gobierno del emperador Antonino Pío en el siglo II d.C.

Teatro romano en Ammán

Pequeña capilla que contenía la estatua de Atenea

El teatro tiene capacidad para 6.000 personas y estaba dividido en 3 niveles, donde abajo del todo (y cerca del escenario) se sentaba la élite, en el segundo nivel rangos militares, y en el tercer nivel el público en general.

Los teatros podían también tener significado religioso, por lo que arriba del todo había una pequeña capilla con hornacinas donde se encontraba una estatua de la diosa Atenea.

Al lado de este inmenso teatro se encuentra un pequeño odeón (teatro cubierto para espectáculos musicales) para 500 personas y también construido en el siglo II d.C.

Escenario del odeón

Odeón

En frente de ambas edificaciones se encuentra el antiguo foro romano, que era el lugar donde se reunían los ciudadanos a charlar y ponerse al día. El foro tenía 100 x 50 m, por lo que lo convertía en uno de los foros romanos más grandes de todo el imperio. Estaba flanqueado por una columnata en 3 de sus lados, y en el cuarto lado por un río.

Desgraciadamente hoy solo quedan unas cuantas columnas en pie y el río se está enterrado.

Cerca de aquí se encuentra también un ninfeo (fuente pública) del año 191 d.C. Aunque desafortunadamente no dejan acercarse mucho.

Ninfeo

El imperio bizantino es como se le conoce a la parte oriental del imperio romano, cuando dicho imperio fue dividido en 2 para facilitar su gobernanza en el año 286 d.C.

Mientras Roma seguía siendo la capital de la parte occidental del imperio, el emperador romano Constantino I fundó en el 324 d.C. la nueva capital de su imperio oriental en una pequeña ciudad llamada Bizancio, y la llamaría la “Nueva Roma”. A los pocos años esta ciudad se le conocería como Constantinopla (hoy Estambul). El cambio crítico en el imperio oriental se produjo cuando Constantino I adoptó el cristianismo como la religión oficial de su imperio, construyendo iglesias a todo lo largo de su territorio allí donde antes había templos a otros dioses como Júpiter o Atenea. La ciudad de Philadelphia no fue la excepción, y es por eso que hoy en día podemos todavía ver restos de alguna iglesia bizantina en la colina Jabal Al-Qala’a.

Columnas en pie de una antigua iglesia bizantina

Esta iglesia es del año 550. Los capiteles corintios los tomaron prestados del cercano templo de Hércules.

Aunque el imperio bizantino duró en otros lugares de la zona hasta el año 1453, en el caso de Jordania este imperio terminó en el año 636, con la llegada a caballo de los árabes desde el sur, desde el reino del desierto de Arabia Saudí, donde estas tropas iban cargando consigo además de la espada, el estandarte de una nueva religión desconocida hasta el momento: el Islam.

Jordania fue uno de los primeros países del mundo que recibió esta nueva religión. Y a tan solo unos 200 km al norte de Ammán, en Damasco para ser más precisos, se instalaría el trono de uno de los califatos más poderosos que haya conocido jamás esta religión: el califato Omeya.

Los omeyas son los que se encargarían de extender esta nueva religión que se llamaba así misma como “sumisión a dios (islam)”, llegando hasta España.

Aquí es cuando Philadelphia recupera su antiguo nombre semita, pasando a llamarse ahora Ammán, nombre que ha conservado hasta nuestros días.

Ammán estaba en una ubicación geográfica idónea para el comercio, ya que se encontraba entre Damasco (centro de poder) y las ciudades santas de Meca y Medina, en Arabia Saudí. Por ello, el califa en Damasco decidió construir grandes palacios y demás edificaciones por toda Jordania, y en Ammán elegiría, así como tantos reyes y emperadores del pasado, la colina Jabal Al-Qala’a para construir uno de sus palacios.

Este palacio fue construido durante el reinado del califa omeya Hisham, entre los años 724 y 743, y serviría como centro administrativo utilizado por el emir que gobernaba esta región. El palacio tiene una forma de cruz, ya que se erigió sobre lo que se cree fue una antigua iglesia bizantina, que a su vez se cree estaba fundada sobre un templo romano.

El recinto incluye 3 partes, donde la primera de ellas es la impresionante sala de audiencias y es la que podemos ver en las fotos puestas hasta ahora. Aquí es donde el emir recibía a embajadores y dignatarios para tratar desde temas de impuestos hasta futuras conquistas.

Interior de la sala de audiencias

Paredes ricamente talladas en la sala de audiencias

Desde esta sala de audiencias es desde donde se salía al resto del complejo palaciego.

Y eso nos lleva a la segunda parte del complejo: una calle columnada que probablemente antes estaría cubierta por un techo de madera. Solamente los invitados más distinguidos podrían pasar por esta calle, ya que al fondo se encontraba la sala del trono.

Calle columnada con la sala de audiencias al fondo

A los costados de dicha calle, se encuentran 6 unidades independientes que pertenecían al palacio y tendrían diferentes usos.

La tercera y última parte es donde se encuentra la cisterna que alimentaba de agua al palacio, incluidos unos baños y letrinas. La cisterna puede almacenar hasta 1.370 m3 de agua que era obtenida a través de los techos de edificios aledaños y canales en el suelo.

Cisterna de agua en el palacio del califa Hisham

En frente de la sala de audiencias se encuentra el lugar donde estaba la antigua mezquita omeya, aunque desafortunadamente hoy no queda nada en pie salvo algunas basas de columnas y una hermosa pared que ha resistido al paso del tiempo.

Solo queda en pie esta pared de la antigua mezquita omeya

Desgraciadamente, todo este esplendor omeya duraría poco, ya que en el año 749 un fuerte temblor destruyó gran parte de los edificios, y en el 750 el trono del poder se pasó de Damasco a Baghdad. El Islam tenía una nueva dinastía de califas: los abisíes. Debido a que el centro islámico (y quizás no sería exageración decir que el centro del mundo en aquella época) se había pasado de Damasco a Baghdad, se crearon nuevas rutas comerciales, de peregrinación y militares. Por tanto, el camino de Damasco a Arabia Saudí, pasando por Ammán, fue quedando en deshuso, hasta el punto de empequeñecer a la milenaria Ammán y convertirla poco a poco en un pequeño polvoriento pueblo más del desierto, hasta prácticamente para el año 1300 desaparecer y dejar tan solo ruinas. Estando Jerusalén a escasos 100 kms, es curioso que Ammán no haya tenido un papel más relevante durante la época de las cruzadas.

Sea lo que fuere, la ciudad no volvería a aparecer en el mapa hasta 1900-8 cuando los turcos otomanos construyen las vías de ferrocarril que une Damasco con las ciudades santas musulmanas en Arabia Saudí. Este tren hace parada en Ammán. Y así, como en la época omeya que Ammán debió su fortuna a que se encontraba en el centro de esta ruta, en el siglo XX una vez más lo volvió a estar y una vez más ha ido desarrollándose la ciudad.

El sol comenzaba ya a bajar, y Eloísa y yo habíamos echado todo el día en la colina siguiendo los pasos de miles de personas que tuvieron que pasar por aquí desde hace siglos: reyes, esclavos, comerciantes, califas, sacerdotes, y gente común. Todos ellos en este pequeño pedazo de tierra.

Templo de Hércules al atardecer

Era momento de bajar la colina y disfrutar de una refrescante agua de caña de azúcar en el bazar de Ammán.

Mañana nos adentraremos más de lleno al mundo romano recorriendo la ciudad de Jerash.



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